Capítulo XXXVIII: Las has perdido todas.

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Veo hacia mi ventana de la habitación, y puedo ver cómo Dante bosteza mientras escribe algo en su laptop con mucha concentración que ni siquiera alza la mirada. Sonrío con cariño, y me pego a la puerta de mi habitación.

Es hermoso. Todo él es hermoso. Tantas mierdas que le echan, y a pesar de ello me sonríe como si no tuviera ni un jodido problema, cuando sé que pasa por varias cosas por su familia. Sacudo mi cabeza, dejando a Dante de lado, y con paso de lento, me voy hacia mi cama, pero tocan antes de siquiera acostarme.

Frunzo el ceño, pero voy hacia la puerta de nuevo, y la abro. René está frente a mí como si hubiera corrido un maratón. Abro la boca asombrada, y un poco confundida y veo lo que me extiende.

— ¿Por qué...? —Empiezo a preguntar, pero René niega con la cabeza en un suspiro.

—Perdone por llegar tarde para entregarle su medicina, señorita Ronnie. Tuvo unos problemas con mi familia, y llegué tan rápido como pude. —Sonríe de lado, con cansancio. Tomo las medicinas, y las miro sintiéndome culpable.

—René, no tenías que hacer esto. Tu familia va primero, y yo ya estoy bien. —Agarro la bolsa con fuerza, pero René niega con la cabeza cuando escucha mis palabras.

—Tu madre me mandó desde hace rato. Además, no era nada grave. —Hago un puchero pero asiento. René se despide de mí y se voltea justamente cuando Sergio y Caleb sacan sus maletas de sus respectivos cuartos—. ¡Oh! Buenas noches, señoritos. Veo que aún no se van. ¿No su avión salía a las diez? Faltan menos de media hora para ello.

—Hola, René, y no nuestro avión sale a las doce. No te preocupes. —Sergio sonríe con amabilidad, viéndola con respeto—. Pero, ¿no es tarde? Ya debiste estar con tu familia, René.

—Vine a entregarle su medicamento a Verónica. En la mañana tenía fiebre, pero, tuve problemas y no pude entregárselo más temprano. —René ríe un poco—. Bueno, supongo que ya me voy. Hasta luego muchachos, buen fin de semana.

—Hasta luego, René, que descanses —Sergio se despide, y Caleb también lo hace, pero un poco más bajo. René asiente y se va, bajando las escaleras en silencio, mientras nosotros esperamos hasta que la puerta de la entrada se cierre.

Una vez que escuchamos el sonido de la puerta, lanzo una mirada letal a los hermanos Ríos. Sergio rueda sus ojos, y empieza a bajar las maletas por la escalera, mientras que Caleb me mira con pena, pero sigue a su hermano.

Cierro la puerta con fuerza, y aviento las medicinas a mi cama.

—Y los dos me ven con maldita lástima, como si Dante me fuera a lastimar más de lo que esos dos ya lo hicieron —murmuro para mí misma, mientras me acuesto en el suelo, con enojo y refunfuñando groserías hacia mis hermanastros. Cierro mis ojos, suspirando, y tratando de calmar la rabia que tengo hacia los dos, porque no vale la pena.

—Yo pongo las palomitas, y tú el lugar —escucho que dicen mientras la ventana de mi habitación se abre. Abro mis ojos, sorprendida y me siento para visualizar a Dante entrando a mi habitación en sudadera negra y unos pantalones chándal gris.

Me sonríe al verme en el suelo, y yo no hago más que abrir la boca como si quisiera decir algo pero ningún sonido proviene de ella, más que un "ah", que suena más bien como quejido.

— ¿Cómo...? ¿Qué haces? ¿Por qué? —Pregunto sintiéndome estúpida.

—No sé, simplemente me sentí un poco culpable por habernos arruinado la cita. Así que, ¿por qué no la mejoramos viendo películas en tu cuarto mientras hago palomitas y tú pones la peli? —Se encoge de hombros, y se sienta a mi lado, regalándome un beso en la mejilla que se prolonga por seis segundos más de lo común—. Me das ternura —aprieta mi mejilla, y sin escuchar nada proveniente de mí, se para del suelo, y sale de mi habitación.

Desafiando a Dante (Desamores #1)Where stories live. Discover now