33. Una dura despedida

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Le di un suave beso.

—Recuerda llamar cuando vayas a volver —me dio una caricia en la frente.

—Si —puse ojos de adolescente.

—No lo hago para controlarte. Quiero quedarme tranquila sabiendo que estás bien —me abrazó—. Vete o llegarás tarde —sonrió.

Pasé por el pasillo que quedaba y al lado de las escaleras que había en la entrada para salir de casa. Lo normal es que fuera con aire despreocupado y eufórico, pero esta vez un extraño presentimiento se apoderó de mí.

Cerré la puerta.

Me consideraba afortunado por tener buena relación con mis padres; no todos podían decir lo mismo. Solíamos encontrar momentos para pasar los tres juntos, siempre y cuando no estuvieran trabajando. Mi padre se encargaba de un bar al que decidió llamarlo "Brian's Bar" para dar honor a mi nombre pensando que un día sería yo el que lo llevara; no quería destinar mi vida a trabajar ahí, aunque le echara una mano los fines de semana. Mi madre era profesora del instituto donde hice el bachillerato. Desde que conoció a Lea, la acogió como si fuera su propia hija.

Me apresuré a llegar donde sabía que ya estaría Lea esperándome. Crucé corriendo el mismo parque que compartíamos; el cine estaba situado al otro lado. A estas horas, había mucho movimiento. Los niños jugaban por la calle. Parejas y solitarios paseaban observando la naturaleza que les rodeaba. Luces provenientes de diferentes bares y restaurantes trataban de ser más brillantes que las anteriores para ganarse a la clientela.

A medida que pasaba por el parque, una figura humana se fue haciéndose más grande hasta que distinguí a Lea; miraba el reloj frente la entrada del cine.

—¡Lea! —grité levantando la mano en forma de saludo.

—Tan justo como siempre. No tienes remedio —nos reímos los dos.

El cine por dentro parecía una sala de fama; una larga alfombra nos invitaba a acercarnos. Todo lo demás estaba oscuro, excepto las luces que alumbraban el lugar. Había juegos y una zona de golosinas a los lados. Al final de la estancia, había la sección de las entradas y la comida. Lea fue a las palomitas mientras yo me encaminé a la zona de las entradas; no tuve que hacer cola.

—Dos para los juegos del hambre: Sinsajo, por favor le sonreí al señor.

—Aquí tiene —contestó mientras cogía dos—. Pasarlo bien — sonrió a la vez que me las daba.

—Gracias —imité el gesto mientras las cogía.

Nuestra película estaba en la sala número tres. Me reuní con Lea y, sin sorprenderme, ya estaba allí con una Coca-Cola, un agua y dos de palomitas saladas medianas. Me dio mi Coca-Cola y una de palomitas. Le di las entradas a la persona encargada, miró el número y me las devolvió.

Abrió la cinta.

—Todo recto

—Gracias —contestamos al unísono.

La sala de cine no tenía marco era bastante grande, sin apenas gente en el interior. Nos sentamos en la mitad de la sala por el medio. Vinieron algunas personas más y enseguida empezó la película. Apagué el teléfono, así no me molestaría.

*

Salimos de la sala del cine. Tiramos la bebida y la comida en el cubo de la basura.

—Brian, voy un momento al baño.

—Tranquila —contesté restándole importancia—. Te espero aquí —sonreí.

Decidí sacar el móvil mientras esperaba a mi amiga. Con las prisas de antes, se me olvidó llevarme una mochila o algo; tenía la cartera y el móvil cada uno de ellos en un bolsillo del pantalón.

Encendí el móvil. Me di cuenta que había recibido una llamada de mi madre cuando estaba mirando la película. Apreté el botón para llamarla automáticamente y esperé a que contestara; sonaron cinco pitidos antes de que lo hiciera.

—¿Mamá? ¿Por qué me has llamado? —pregunté alarmado.

—Hijo, deberías venir al bar de tu padre. Ha pasado algo...se oía mucho ruido de fondo, apenas pude escuchar sus palabras. Se le notaba triste.

—¿Cómo dices? No te escucho bien... —se oyó un fuerte ruido como si algo aumentara.

—Perdona. Hijo tienes que venir ahora...—estaba más apenada—. El bar de tu padre está en llamas —pude escuchar algún que otro sollozo de mi madre. Me quedé en silencio. ¿Hijo? ¿sigues ahí? preguntó preocupada.

—Si. Ahora voy para allá —pronuncié las palabras poco a poco.

Corté la llamada.

Justo en ese instante, Lea salió del baño acabando de secarse las manos. No se dio cuenta que estaba delante hasta que chocó conmigo.

—Perdona, no te vi. Estaba empanada —sonrió—. ¿Estás bien? —preguntó en cuánto se dio cuenta de la expresión de mi cara.

—No...mis ojos me escozían. Lo siento. Tengo que irme... —le puse una mano en su hombro disculpándome.

—¿Qué ha pasado? —se le notaba preocupación en su voz.

—El bar de mi padre está en llamas. Me asusta mis ojos se cristalizaron.

—Puedo...—empezó.

—No. Vete a casa mejor. Ya te contaré —la abracé. Me dolía por dentro.

Salí disparado del cine para ir al bar donde trabajaba mi padre. Lea estaría mirando con preocupación e impotencia como me iba hasta que desaparecí entre la masa de gente.

¿Cómo había podido pasar algo así? ¿Qué demonios había pasado para que se incendiara el bar? Esperaba que mi padre estuviera bien; tenía que estar bien con mi madre. Siempre había sido precavido para que no pudiera pasar cosas como esta, así que no entendía que habría sucedido. La llamada de mi madre marcaba que había tratado de ponerse en contacto conmigo hacía una hora.

El día en que mi madre y yo nos tomamos algo con mi padre como símbolo de inauguración hacía ya 5 años, ahora se estaba quemando junto con los recuerdos que tenía. Las llamas no sentían piedad alguna, no había ni un solo rincón que se salvara de ellas.

Pude ver que había mucha gente rodeando el bar. Un par de camiones de bomberos y una ambulancia estaban enfrente. Algunos bomberos intentaban apagar el fuego, mientras otros entraban dentro para ver si había alguien dentro. No tardaron en sacar a una persona entre las llamas, medio quemada por lo que me pareció y lo dejaron en la ambulancia. Me dio un vuelco al corazón.

Me acerqué a ella.

Al llegar, me encontré en una camilla a una persona tapada. Los médicos estaban tomando anotaciones. La máquina de vida estaba apagada como la persona. Al levantar la manta que le cubría, pude ver a un hombre que era difícil de reconocer, excepto por la mancha de nacimiento. No podía ser. No. Me quedé en shock. La persona que había bajo aquella tela era mi padre.

Salí de la ambulancia corriendo y busqué a mi madre sin éxito. En ese momento, caí en que no solo mi padre había muerto, sino que mi madre había desaparecido y me había quedado solo.

Los ojos de Lea #PGP2023✅Where stories live. Discover now