Capítulo 30: Persecución

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–Le amo, Severus –dijo simplemente– Tomo de él todo cuanto puedo –suspiró y retiro el cabello negro de su rostro pálido– Y la verdad, me gusta mi vida en Colina Alta. Tengo tiempo de sobras y libertad para estudiar mis libros...

– ¿Hace cuánto que conoces este complot en contra de Harry? –le espetó Severus. Ella le dedicó una sonrisa triste.

–Acabo de descubrirlo, justo antes de que se marcharan. Me dijeron que me habían avisado para que alguien fuese a buscar a los otros niños y que no se quedasen tirados en la nieve.

Para gran sorpresa de Sirius, Severus resopló en dirección a su hermana, antes de volver su mirada negra hacia los dos hombres.

–Venid conmigo –masculló. Se trasladó a la librería y movió su varita hacia una de las enormes estanterías de la pared más lejana. Inmediatamente la estantería se deslizó a un lado, revelando una pared cubierta de armas: espadas, arcos, ballestas, hachas. Era una impresionante colección de todos los periodos históricos existentes. La familia Black había tenido una similar en su hogar ancestral. Severus inmediatamente tomó una larga espada de fina hoja recubierta de runas druídicas. Probó la punta mientras hacía un gesto a Sirius y Remus– Coged lo que queráis –les dijo.

Sirius no dudó y escogió una espada larga inglesa de la panoplia. La hizo girar en el aire para comprobar su peso y equilibrio. Era el tipo de espada que tanto él como su hermano Regulus habían usado con mayor frecuencia en los entrenamientos. Era el tipo de arma con la que se sentía cómodo.

–Coge una, Lupin –insistió Severus. Sirius se giró, encontrándose a Remus que seguía de pie junto a la puerta de la librería. Sabía que su amigo nunca había estudiado esgrima, ya que su familia era demasiado pobre para afrontar aquel tipo de gastos. Y su temperamento nunca le había impulsado a combatir en duelos.

–No sé cómo utilizar una espada, Severus. Nunca aprendí –le dijo Remus agitando la cabeza.

Severus maldijo por lo bajo y volvió a la pared, tomando una pesada maza de hierro del soporte. A juzgar por la forma en que Severus la sostenía con ambas manos, haciendo una ligera mueca al alzarla, Sirius pudo deducir que se trataba de un arma extraordinariamente pesada. No era más que un enorme mango con una gran bola de hierro con puntas en su extremo. Se lo ofreció a Remus.

–Esto no exige mucha habilidad. Sólo hace falta que lo blandas y golpees a todo lo que se mueva con ello.

Sirius vio el brillo de disgusto en la mirada de Remus, pero tomó la maza de manos de Severus sin dificultad, como si no pesara nada. Era tan fácil olvidar la fuerza que poseía el hombre lobo... Siempre hacía lo imposible para ocultarla.

–Esto le abrirá la cabeza a cualquiera que golpee –le dijo Remus.

–Y lo usarás en contra de cualquiera que quiera detenernos –le informó Severus. Sirius entendía ahora qué entendía Remus por despiadado­– Pero no son los seres humanos lo que me preocupan. Las Tierras de Invierno están habitadas por toda clase de monstruos; por comparación, el Bosque Prohibido es un jardín para niños.

Remus asintió, cruzando una mirada con Sirius a través del cuarto. Sirius trató de devolverle una sonrisa reconfortante, pero sospechaba que había sido fallida, puesto que el hombre no parecía estar más animado. Lo cierto es que poco podía hacer por otros cuando él mismo era incapaz de pensar siquiera en el peligro al que Harry debía estar sometido.

Minerva entró instantes más tarde, llamando a los hombres desde la habitación principal. Con las armas en la mano, fueron hacia donde estaba ella. La profesora les observó con ojo crítico, antes de tenderle a Severus una bolsa de viaje.

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora