Capítulo 28: Vikingos

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– ¿Dónde estoy? –le preguntó al hombre que le había envuelto en el abrigo. Éste frunció el ceño tras la barba y gritó algo incomprensible a alguien que estaba más lejos. Harry reconoció vagamente algunas de las palabras que usaba, o sintió que debería reconocerlas, pero no pudo descifrar el sentido de lo que el hombre había dicho. Parecía similar al inglés antiguo.

Hubo movimiento por la parte trasera del barco y Harry se volvió para tener una visión mejor de los hombres. Su opinión sobre el bote se vio reforzada al ver mejor al resto de sus ocupantes: aparentemente eran vikingos. Hombres enormes, con largas cabelleras trenzadas, rubias o pelirrojas, y pesadas barbas. Ahora podía ver que todos ellos iban armados con enormes espadas y hachas. Siempre había creído que no quedaban vikingos en el mundo, o al menos en su mundo... pero de nuevo el mundo mágico parecía haber hecho una excepción. Realmente, debería haber prestado más atención en la clase del Profesor Binn...

Un hombre alto y rubio se acercó a él desde la parte más alejada del barco, sentándose no demasiado lejos de Harry. Aunque vestía de forma muy distinta a cuando le había encontrado por primera vez, Harry le reconoció de inmediato. Una cota de mallas y una pesada piel reemplazaban el fino jubón y la capa de terciopelo, pero el cabello y la barba eran las mismas. Miró atónito a Alrik Brand, el esposo de Diana Snape.

– ¡Alrik! –exclamó sin poder creerlo, notando el amargo sabor de la traición. No le hubiese sorprendido enterarse de que Julius Snape apoyaba al Señor Oscuro, pero nunca hubiese creído algo así de Alrik. Aunque el hombre había sido bastante brusco y directo, a Harry le había gustado él y su amable esposa– ¿Por qué? –exigió saber, rabioso. Alrik frunció el ceño.

–Relájate, mozo –le ordenó– No estás en peligro.

– ¿Qué no estoy en peligro? –Resopló Harry– ¡Me lleváis a Voldemort!

Sus palabras fueron recibidas de forma extraña: todos los hombres contuvieron el aliento y luego gruñeron, haciendo gestos supersticiosos contra el mal. Era un signo con la mano que les había enseñado la profesora Trelawney, así que Harry dudaba mucho que tuviera algún poder. Alrik se inclinó y aferró el hombro de Harry, sacudiéndole.

– ¡No pronuncies ese nombre! ¿Quieres que todos caigamos al mar? –Soltó al chico y retrocedió– Esto no tiene nada que ver con Aquel­que­no­debe­ser­nombrado. Lo cierto es que tampoco tiene nada que ver contigo, en realidad... Simplemente necesitamos algo del Ministerio de la Magia, y raptarte es la única forma en que podíamos obtenerlo. Te prometo que no te haremos daño, y te soltaremos tan pronto el asunto se haya resuelto.

Harry le miró fijamente, incrédulo. ¿Un evento insensato que se inmiscuía de aquella forma en su vida, y que no tenía nada que ver con Voldemort...? Parecía imposible.

– ¿Me habéis tomado por rehén? –dijo sin acabar de creérselo del todo. Alrik asintió.

–Te llevamos a mi hogar en las Tierras de Invierno. Volverás sano y salvo junto a Severus en cuento todo se resuelva. Te doy mi solemne juramento de cuñado de que no estamos de lado de tu enemigo

–Si no queréis hacerme daño, devolvedme mi varita –insistió Harry, pero Alrik negó con la cabeza.

–No puedo correr el riesgo de que intentes escapar. Te devolveré la varita cuando vuelvas al hogar.

La frustración y la rabia inundaron a Harry, pero supo que no había nada que estuviese en su mano hacer.

– ¿Diana está compinchada en esto? –preguntó, sintiendo la necesidad de saber si la hermana de Snape le había traicionado también. Sorprendentemente, aquella pregunta hizo brotar murmullos de desaprobación de algunos de los hombres y muchos volvieron a realizar el signo contra el mal, aunque no con tanta urgencia como la otra vez. Alrik los miró, y luego volvió la vista de nuevo hacia Harry.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now