Capítulo 27: Antes de la tormenta

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En cuanto a Harry, se encontró con que anhelaba la compañía del chico. La poción que le había dado al Gryffindor había hecho bastante más que mejorar su visión, también había corregido el aire desvaído de sus ojos verdes y miopes. Sin las aparatosas gafas, el chico había pasado de ser atractivo a directamente hermoso. No tenía la menor duda de que las muchachas de Hogwarts se desmayarían por los rincones al verle cuando volviera, y un buen número de chicos también.

Para su sorpresa, tanto Black como Lupin le habían dado las gracias por separado por la poción que había regalado a Harry. Al parecer habían llegado a la conclusión de que Harry nunca había recibido la atención debida en temas de vista durante su infancia. Aparentemente las gafas que había llevado durante todos aquellos años no eran apropiadas para él: le habían sido regaladas por un vecino que las estaba tirando. Tenían varias dioptrías menos de lo que deberían, y por ello resultaba extraordinario que Harry hubiese llevado los cursos tan bien como los llevaba.

A Severus se le ocurrió que si Harry había sido imbatible al Quidditch con una visión tan pobre, su propio equipo ya no tenía la más mínima posibilidad. Al parecer, tendría que esperar a que Harry se graduase para poder albergar la esperanza de ganar su apuesta habitual con Minerva. También era posible que la predicción de Harry sobre convertirse en jugador de Quidditch profesional se hiciera realidad.

Harry volvió a sus habitaciones a última hora de aquella misma mañana, contento de estar de regreso y extrañamente animado ante la idea de acompañarle de nuevo. Sólo se estuvo unos segundos deshaciendo las maletas antes de salir corriendo, explicando de pasada que iba a llevar a Albus a la Cámara de los Secretos. Anhelando verla él mismo, Severus se auto invitó, y los tres, unidos a Ron, Hermione, Remus y Sirius se pasaron el día explorando los dominios de Slytherin. Ginny Weasley decidió no acompañarles, puesto que ya había visto demasiado aquellas Cámaras la primera vez.

Escuchar a Harry hablando Parsel fue una extraña experiencia para Severus. Salvo por aquella ocasión durante su segundo año en el duelo, nadie le había oído utilizar aquel idioma. A la única otra persona a la que había oído Severus hablar previamente era al propio Lord Voldemort, y viniendo de sus labios sonaba oscuro y terrible, el epítome de la propia maldad. Oírlo en labios de Harry resultaba alarmante y les sobresaltó a todos. Remus, Sirius y Albus nunca le habían oído, y se le quedaron mirando mientras le escuchaban sisear las órdenes necesarias para abrir las distintas puertas de la Cámara. Para Severus, el sonido era mágico: viniendo de Harry, resultaba extrañamente sensual. No había Slytherin vivo que no envidiase tal don. Para gran vergüenza de Severus, se encontró sexualmente excitado ante el sonido, y dio gracias por la larga túnica que le cubría. Recibió una mirada extrañada por parte de Remus, no obstante. Sin embargo, los demás no parecieron captar su reacción.

Fue muy extraño explorar la Cámara de los Secretos con tantos Gryffindors. A Severus le resultó casi sacrílego... pero entonces vio la carcasa del enorme basilisco en el suelo, frente a la estatua de Slytherin, y comprendió que, una vez más, había subestimado al joven con el que se había casado. Que un niño de doce años hubiese aniquilado a semejante criatura era inimaginable. Que hubiese sobrevivido al mordisco del ser, incluso con la ayuda de las lágrimas del Fénix, desafiaba toda lógica.

Los Gryffindors se reunieron alrededor de la bestia muerta, tocándola y dándole golpecitos como si se tratara de alguna extraña atracción, mientras Albus simplemente se quedaba delante con un brillo extraño en sus ojos azules. Severus vio cómo el anciano se volvía para mirar fijamente a Harry, que estaba ignorando los comentarios de su padrino y sus amigos para dedicarse a mirar a la gigantesca estatua de Slytherin. Severus pudo ver tanto tristeza como admiración en los ojos del Director, y fue a su lado, preocupado.

– ¿Albus? –preguntó en voz baja.

–No sabía que era una criatura como esta, Severus –susurró Albus quedamente.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now