Parte tercera

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Cuando Flor despertó se sintió un poco triste. Sabía que no debía sentir aquello, que era su deber ahogar las mariposas que revoloteaban en su interior.

Se levantó y se sentó en el marco de la ventana. Prendió un cigarrillo y observó las edificaciones de concreto que se alzaban en medio de la ciudad. Maldijo en su mente su debilidad, su vulnerabilidad. Tanto tiempo deseando este encuentro. Odió que la realidad superara a la fantasía. Le había encantado hacerlo con Ezequiel. Maldita sea, una excusa menos para dejarle de hablar: los polvos malos siempre son causa justa para cortar con alguien. Pero no fue así.

Él la observó desde la cama por varios segundos. Ella se había percatado que estaba siendo inspeccionada, pero no se animó a verle.

—Eres hermosa, Flor— pronunció con voz ronca. Ella se limitó a sonreír de medio lado forzosamente.

Esperó pacientemente a que lo confesara.

Y lo hizo: «Sigo con ella.» Flor sonrió, esta vez amargamente. Una lágrima traicionera descendió hasta morir en su pecho. La secó y lo miró a la cara.

—Lo sé—pronunció relajada mientras le daba una última calada al cigarrillo.

—Lo siento...—comenzó a decir.

—Yo también lo siento. Siento que no hubieras tenido los cojones de confesármelo antes de haberme convertido en la otra sin mi consentimiento. Sabes bien que hubiera accedido; sabes lo débil que soy contigo. Te he esperado por tanto tiempo, Ezequiel.

—Yo también te he esperado... Te deseo desde que nos conocimos. Pero siempre nos complicamos con otras personas. ¿Tú crees que no me reventó saber que te habías ido con aquél?

—Los dos hemos esperado dos cosas totalmente diferentes del uno del otro.

—¿A qué te refieres, Flor?

—Te irás.

—¿A dónde? —preguntó confuso.

—Lejos de mí, de lo que soy, del juego, de las ganas. Huirás, como siempre, como un maldito cobarde. Y harás como si nunca hubiese existido nada. Me harás lanzarme a otros brazos que no sean los tuyos; por desamor, por despecho, por melancolía. Te veré destilar por mis manos. Me dirás que siempre habrá alguien más que robará tu corazón.

—Flor...

—Y yo— prosiguió haciéndole una seña para que no la interrumpiera—, sonriendo te diré "sé feliz, que lo mereces". Porque así es este amor, sin malicia, sin rencores, sin egoísmo. Luego haré como que te supero, hasta el día en que tu mensaje llegue de vuelta. Ahí, el botón de inicio desatará la misma tempestad que cada vez provocas en mí. Y te dejaré entrar, una vez más... Aun sabiendo que jamás va a pasar.

Flor comenzó a vestirse de prisa. No quería escuchar el rechazo, las excusas. Ezequiel estaba paralizado en el mismo lugar. ¿Qué iba a decir ante la confesión de una mujer como ella? Nunca imaginó que Flor podría sentir algo por él. La amaba, sí. Pero la quería libre, lejos de las complicaciones o las ataduras del amor. Se había acostumbrado tanto a admirarla secretamente, a adorarla en silencio. No podía si quiera imaginarse complicarse la vida con esa bella mujer.

La dejó marchar, pero algo muy adentro se sentía incorrecto. 

Des[conocidos]Where stories live. Discover now