CAPÍTULO 2: Intensa recuperación

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Recuerdo cuán confundido estuve esos meses después de despertar. Y lleno de incógnitas que hasta ahora no me dejan tranquilo.

Pero vaya que me topé con una agradable sorpresa. No eran familiares ni nada mío, pero una familia estuvo pendiente de mí todo el tiempo que permanecí inconsciente. La familia de don Felipe Herrera, el señor que me encontró malherido y me salvó la vida. En palabras del doctor constantemente venían a verme y a preguntar cómo iba o si había despertado.

Recuerdo cómo me abrazó Brenda Caterina —la hija de don Felipe— la primera vez que me vio despierto, fue un abrazo cálido y reconfortante; estaba anonadado, pero no dudé en correspondérselo, percibía que era la primera vez que sentía una sensación agradable y así de… indescriptible en mi vida. Tal vez me habían dado uno así en mi vida pasada, pero de veras que era como la primera vez. Acabado el abrazo me dijo que se alegraba muchísimo de ver que había despertado del coma.

Su sonrisa me pareció muy dulce y hermosa, así como su mirada. Brenda tiene ojos grises, pero llenos de vida y una energía que siempre desde que la conocí me fue contagiosa.

Creo que ese fue el instante desde el cual fui enamorándome de ella. Pues la visitas de su familia y ella continuaron durante el resto de mi estadía en el hospital.

En tres meses fui haciendo mi terapia de recuperación en el hospital con lo último que me quedaba del seguro; aprendí a hacer casi todo desde cero, como tal cual niño pequeño. Empecé a practicar el movimiento de mis brazos, a sentarme y echarme hasta lograr hacerlo sin dificultad. La cosa fue volver a aprender a pararme y mantener el equilibrio ya estando en pie; y volver a caminar fue lo más complicado, me tomó cuatro meses retomar ese hábito después de que salí del hospital.

Hablando de eso, no creía posible que hubiese tanta amabilidad, generosidad y demás en unas personas. Cuando me dieron de alta no sabía dónde ir, no tenía a quién recurrir, siquiera podía caminar y además estando desmemoriado obviamente no podría recordar el procedimiento de algún tipo de trabajo. Recién estaba recordando cómo se lee y escribe.

Y sucedió como un milagro. El día en que tenía que abandonar el hospital don Felipe y Brenda Caterina se acercaron a mí con una muda de ropa y la dejaron en mi cama. Yo los miré sin comprender, suponía que habían ido para despedirse.

—Bueno, aunque sin recuerdos quizás intuyas que ese no es precisamente tu estilo, puesto que eres un ex empresario y toda la cosa, pero te asentará bien. —Afirmó Brenda sonriendo optimista; y en un descuido de su padre se acercó a susurrarme—: Apuesto a que te verás guapísimo.

Le sonreí también de vuelta, pero seguía sin comprender, mientras Brenda me ayudaba a sentarme en la silla de ruedas.

—Gracias, pero, ¿por qué?

—¿Con qué ropa pretendes ir, muchacho? La bata de hospital no es lo más presentable que digamos —alegó don Felipe, con su buen sentido del humor de siempre—. Y la muda de ropa que traías el día que te encontré se quedó con la policía para las investigaciones.

Todo eso me había pasado a causa de un balazo recibido en mi cabeza, por lo tanto alguien había intentado asesinarme. ¿Pero quién y por qué?

La policía me dijo que me habían hecho pasar por muerto para protegerme, puesto que tenía unos posibles antiguos enemigos.

Intenté no pensar en eso en ese momento.

Les agradecí una vez más y entonces me ayudaron a sentarme en una silla de ruedas, acomodé la ropa en mi regazo y fui a cambiarme al baño; mientras pensaba en cómo despedirme de ellos, agradecerles nuevamente por salvarme la vida y por todo lo que habían hecho por mí.

¿Quién fui? #EndlessAwards2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora