Capítulo 29: Reencuentro

123 13 0
                                    


Tras largo tiempo, nuestro largo viaje se acerca a su fin. El valle se extiende ante nosotros, con su terreno ondulado y las hojas marrones de los árboles desfilando ante nuestros ojos a medida que avanzamos en busca de los renegados. La guía de Lazaira ya no nos sirve de mucha utilidad en este punto, ya que sabemos que se encuentran aquí y cualquier noticia sobre ellos atraería la atención del ejército, enfermizamente activo en los alrededores. Aún así, la mujer se ha ofrecido a continuar hasta que alcancemos nuestro objetivo, achacándolo a una cuestión de supuesta política profesional.

Rohea canturrea detrás de las telas que ocultan su rostro, claramente feliz de que pronto vaya a poder volver a ver a su querida amiga. Su alegría es contagiosa, pero la experiencia me aconseja que no me distraiga demasiado y esté atenta en caso de que nos topemos con tropas enemigas, además de escuchar a mi instinto y vigilar a la orsiu. A pesar de mi preocupación todo parece tranquilo, los pájaros cantan alegremente, el viento acaricia las hojas de los árboles y nos refresca bajo la sombra de estos, y no hay signos de peligro inminente.

Seguimos cabalgando en busca de los renegados sin ningún resultado, hasta que decidimos detenernos y comprobar el detallado mapa de la zona que llevamos con nosotras. Observamos los lugares ya marcados como visitados y comento con Lazaira las demás posibles localizaciones donde podrían encontrarse, teniendo en cuenta las posiciones del ejército humano y aquellos sitios que difícilmente alcanzarían o se atreverían a investigar. Como ya hicimos antes, descartamos que se encuentren por el rio, aunque contemplamos la posibilidad de que no estén muy lejos de él, al igual que el que se hayan asentado en uno de los poblados de la zona. Una vez terminamos de debatir tomamos una decisión, nos subimos a lomos de nuestros caballos y avanzamos hacia nuestro siguiente objetivo.

Nuestra nueva ruta transcurre de una manera similar a las anteriores, con una cierta tranquilidad acompañada de una constante inquietud ante la posibilidad de cruzarnos con humanos. Nos adentramos en la espesura del bosque, uno de los lugares favoritos de cualquier fugitivo, y atravesamos el difícil camino, superando las diferencias en el terreno y los distintos obstáculos que la naturaleza nos lanza. Durante todo el viaje permanecemos callados, centrados en la tarea de seguir adelante, con la excepción de cuando tenemos que ayudarnos para hacer frente a algunas dificultades.

- Alguien nos está mirando. – Lazaira me susurra de forma disimulada después de acercarse, ocultando su acción de los supuestos observadores.

Ante la advertencia estudio los alrededores con mis ojos, buscando una confirmación e intentando determinar la posición y número de individuos que nos espían.

- ¿Dónde crees que están? – Pregunto a la orsiu, confiando para esta situación en su palabra, esperando que sus agudos sentidos sean más útiles que mis oxidadas habilidades.

- Están ocultos entre la maleza, diría que tirados en el suelo. – Dice después de observar al águila, que no quita sus ojos de una dirección en concreto. Entiendo que se basa en la aguda visión del animal para saber la posición de los espías.

- Sólo pueden tratarse de los renegados, los soldados y la mayoría de mercenarios no se molestarían en esconderse. – Comento mientras tomo una decisión para cumplir por fin nuestro objetivo. – Vamos a entregarnos.

- Creo que tienes razón. – Responde la integrante del Gremio de Informadores ante mi suposición antes de detener su caballo y levantar los brazos. – Además, tú eres la que paga.

Al igual que la orsiu, detengo mi montura y levanto mis brazos en el aire, asegurándome de que Rohea me imite. Ante la falta de una respuesta, decido alzar la voz para atraer la atención de los rebeldes.

El Ángel MetálicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora