Capítulo 20: Sinistra

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–Pues a mí me parece que está guapo –admitió súbitamente Hermione. Los chicos de la mesa se giraron para mirarla con sorpresa, sobre todo Ron.

–Yo también lo creo –añadió Ginny, que recibió las mismas miradas desconcertadas– Está distinto. Le queda bien.

Pese a todo, Harry se encontró sonriendo ante sus palabras. Ron le echó una mirada negra.

– ¿Qué es lo que te hace sonreír así, Harry?

–Nada, Ron –Harry se río, preguntándose qué harían si les describiese a Julius Snape en detalle– Nada en absoluto.

El quidditch comenzó el lunes, justo después del fin de semana de la cena. Tres noches por semana tenía que practicar con su equipo. Sin embargo, no se podía quitar de la cabeza la sensación provocada por el sueño. Preocupado, comentó a Hermione y Ron que deberían volver a sus sesiones privadas de entreno en Defensa Contra Artes Oscuras. Como Remus y Sirius habían partido en misión para Dumbledore, la mayoría de tardes se quedaban en un rincón de la biblioteca. Cuando necesitaban practicar los hechizos que estaban aprendiendo, se colaban en la Sala de los Menesteres.

Lo habitual era que cuando Harry volviese a sus estancias, Severus aún velase, trabajando en sus futuras clases o corrigiendo los deberes en el salón común. Nunca le decía nada, por tarde que volviese, aunque era obvio que se estaba mordiendo la lengua para no quitarle puntos por ello. Cuando preguntaba algo, normalmente era para que le confirmase que había estado con Ron y Hermione. Al principio había dudado en decirle la verdad, pensando que aunque Severus no quitase puntos a su compañero vinculado, podía desquitarse castigando a sus amigos. Pero se arriesgó y le respondió sinceramente de todas formas, y se llevó la sorpresa de ver cómo el alivio se pintaba en las facciones de hombre. No hubo represalias.

Lo curioso era que Severus no era el único profesor que actuaba de forma extraña. Harry se fijó en que la profesora Sonara Sinistra había empezado a interesarse en él súbitamente, pese al hecho de que no tenía clases con él. Hermione la tenía en Astronomía, pero Harry apenas sabía más que su nombre. Lo raro era que había empezado a detenerle cuando iba por el pasillo para saludarle, preguntándole cómo iban sus clases, comentándole que estaba ansiosa por ver su primer partido de quidditch. Pese al hecho de que era Slytherin, decía ser fan de su pericia en vuelo. En general Harry encontraba su comportamiento desconcertante. Lo que más le sorprendió fue cuando ella le detuvo un día de octubre y le preguntó si sería tan amable de ayudarle a desempaquetar algunos suministros nuevos durante el fin de semana. Sin saber muy bien si aquello era una detención o si le habían pedido un favor, Harry dudó en responder.

Ella le sonrió, y Harry se quedó anonadado por la belleza de aquella mujer. No era a menudo que recibiese una mirada tan intensa de una mujer tan hermosa.

–Sólo será una hora, más o menos –le aseguró ella– Quizás podrías venir el sábado por la tarde, después de tu práctica de quidditch.

–Quizás, señora –asintió algo nervioso, y se sorprendió cuando a ella se le encendió la mirada.

– ¡Estupendo! Te veré entonces –contestó ella, y luego se apresuró a marcharse por el pasillo, dejando a Harry mirándola completamente descolocado.

Les explicó a Ron y Hermione aquel extraño encuentro durante sus sesiones de estudio. Hermione consideró aquello sospechoso de inmediato, puesto que sabía a la perfección que Harry no tenía clases con aquella mujer. Ron, por su parte, empezó a reírse por lo bajo, para gran sorpresa de sus dos amigos.

–Sólo digo que es algo raro que te pida ayuda –estaba diciendo Hermione– ¿Por qué no pedirla a uno de sus propios estudiantes, o a alguien de la casa de Slytherin? –echó una mirada negra a Ron que seguía riéndose.

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