Jae levantó sus cejas en un asombro desinteresado. —¿Eso es preocupación? ¿Te estás preocupando por mí?

—Tenías que joderla. Siempre la jodes, hombre... —Jae rió y emprendió rumbo a dar por acabado el horario académico del día, alejándose— ¡Solo digo que un cigarrillo es mejor que unos porros...!

—Vale, Bogum. ¡Nos vemos mañana!

—¡Oye...! —intentó llamarle desde la lejanía entre ambos, resultando inútil— Cielos... —comenzó a palpar sus bolsillos de su chaqueta y descubrió en uno de ellos la caja de cigarrillos del rubio— Y para más, se le ha olvidado su cajetilla —soltó una carcajada—. A ver cómo se las ingenia...

Mientras tanto en la universidad, una chica caminaba con presteza por los pasillos para llegar a la enfermería. Su mano tomó el pomo de la puerta y la abrió sin delicadeza, encontrándose cara a cara con su rubia amiga, quién tenía los ojos abiertos de par en par sin pestañear. Éstos se pasearon ante la imagen frente a ella y sus cejas se curvaron.

—¿Dahyunie?

—Momo, échame una mano aquí. Por favor —pidió resistiendo el peso del inconsciente chico—. Acaba de coligarse con Jae en una riña y terminaron peleándose. O algo así. Yo solo los separé. ¡Estoy de los nervios...!

—Bien, bien. Entren... —les permitió el pasar quitándose de la entrada y cerrando la puerta tras estar todos dentro— Se ve muy mal.

—Lo está... —afirmó posicionando el cuerpo del chico y acomodándolo en la camilla— Igualmente, se ve muy delgado. Creo que ha tenido problemas con su subsistencia...

—De seguro se han aprovechado de su generosidad...

—De seguro le roban todo su dinero, querrás decir.

Momo suspiró devastada observando con compasión al pelinegro en la camilla. —Iré por la enfermera, debe estar cerca. Por ahora intenta hacer algo por él...

—Desinfectaré sus heridas con agua oxigenada, o lo que encuentre en el kit de primeros auxilios.

—Bien.

La rubia apresurada salió de la habitación en busca de alguna enfermera. Tenía claro que si no la encontraba, ellas mismas tendrían que ocuparse del pobre hombre como practicantes que eran.

La pelinegra aprovechaba la inconsciencia del chico para sanar sus heridas con sutileza y sin meter prisa a la situación, hasta el momento en que oyó al sujeto bisbisear algo.

—Has despertado. ¿Cómo te sientes?

—De maravilla —bromeó adolorido.

Dahyun dibujó una sonrisa lastimera.

—¿Te duele en alguna parte?

—Mi torso, me duele el lado izquierdo.

—¿Puedo echarle un vistazo? —pidió permiso para levantar la blanca camiseta del chico manchada en sangre y tierra, obteniendo el consentimiento de él.

Las costillas eran notorias, las cicatrices en la delicada piel también. Asimismo los moratones que seguían camino hacia la espalda. Algunos púrpura, otros marrones.

camaleón ¹ • taekookWhere stories live. Discover now