Meneo la cabeza, acercándome a su dirección. Mi corazón no deja de latir frenético. Estar en el mismo lugar, a sólo diez pasos de la persona que amas, es una escusa suficiente para volver a mi corazón un maratonista experto. Procuro tener cuidado en cuanto me acerco a él. Puedo apreciar sus músculos tensos, sus anchos hombros elevados levemente, su mandíbula rígida al igual que sus labios y nariz, y por último la manera en la que suspira cuando coloco mis manos por detrás de su nuca.

Robert terminando de quitarle la venda de las manos, procede a alejarse unos centímetros que en mi fuero interior agradezco.

—¿Por qué tan rígido, grandote? —musito en el lóbulo de su oreja. No puedo ver su rostro de frente pero soy consciente de la sonrisa que se ajusta en sus labios por tan sólo escuchar el sonido de mi voz.

—¿Estás bien? ¿te lastimó? —su voz me recuerda a una alarma. Puedo sentir como me transmite su angustia, y por un momento, me hace sentir culpable.

—Él jamás me haría daño, Dominik. Es mi padre.

Su cuerpo se gira bruscamente, sin previo aviso, de manera que estamos rostro a rostro, cuerpo a cuerpo. Sigo intentando deshacerme de la venda de sus ojos pero está hecha con determinación hasta que al cabo de unos segundos consigo deshacer el nudo.

En el momento en el que procedo a deslizar la venda, me dedico a contemplar su rostro: el puente de su recta pero perfilada nariz, su mandíbula cuadrada, sus espesas cejas oscuras además de esa fina mueca que ha adquirido su rostro desde que entró en la casa.

—No confío en él. No confío en nadie, Sullivan.

Dominik pestañea lentamente hasta que sus ojos se adaptan a la intensidad de la luz. Me observa a través de sus tupidas pestañas del mismo color de su cabello, su hipnótica mirada me congela los pensamientos, y pareciera que mis piernas se hubiesen convertido en un par de gelatinas.

—¿Ni siquiera en mí?

El me mira con atención durante unos segundos. Su mano se sitúa sobre mi pómulo derecho y no hago el más mínimo esfuerzo por alejarlo. Se siente de maravilla.

—Me encantaría contestar que no, pero me temo que la respuesta es asertiva: eres todo en lo que confío. Eres todo en lo que ahora creo, Amber Sullivan.

Escucharle decir esas palabras hace que pierda la cabeza por completo. Sólo quiero abalanzarme contra su rostro y estrellar nuestros labios como un par de meteoritos que chocan entre sí. Entrelazo mi mano entre la suya, y un suspiro se escapa de mis labios.

—Robert está aquí para ayudarnos, Dom. Él conoce la naturaleza de todo lo que ignoramos. Solamente él puede abrir nuestros ojos frente a la verdad, esa verdad que tanto has estado buscando.

Veo la mueca de disgusto que se forma en su rostro a la vez en la que aparta su mano de mi rostro. Pero, ¿qué puedo decir? Robert sería incapaz de lastimarme, eso lo incluye a él.

Si lástima a Dominik sería como lastimarme a mi misma. Él sería incapaz de herirme.

—Deberías escucharle más a menudo, Dominik Habich. Es una chica demasiado inteligente, ¿no es así ángel? —mantengo los labios cerrados mientras escuchamos la diatriba de mi padre en silencio. Robert avanza alrededor de diez pasos hasta quedar frente a ambos, lo suficientemente cerca como para intimidarnos, aunque sé que no lo logrará—. Has confiado en la persona menos indicada durante los últimos años, ¿por qué me pondrías a mí en juicio?

—¿Por qué mintió con respecto a su muerte? ¿por qué fingió morir sabiendo que le causaría tanto sufrimiento a la persona que supuestamente jamás le haría daño? —Dominik alza su mentón. Él parece enojado, y el timbre de su voz va más allá de lo demandante.

DOMINIK© [2]✔Where stories live. Discover now