Capítulo 9 - Un día de terror

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Horas después, Ángel despertó pensando que se encontraba en su cama, pero una superficie áspera y sucia le decía otra cosa. Con la oscuridad aún reinando por todos lados, pensó que nunca iba a amanecer. Cogió el móvil y vio que eran las cinco de la mañana. Jamás se levantaba tan temprano y no iba a empezar ahora. 

Tener los pantalones abajo era algo que no recordaba. La salchicha fuera del empaque se ganaba un respiro merecido o eso pensó. Ángel sentía que no había sido un sueño aquella noche de sexo, placer, gemidos tímidos y orgasmos bulliciosos. 

Cuando estaba por regresar a su sueño, una luz tenue se reveló en la oscuridad del cuarto inhabitado. Era una llama pequeña que comenzaba a nacer y el asombro de Ángel era para registrarla con una cámara de visión nocturna. Por un momento pensó que ya había muerto y las llamas del infierno eran los buenos días. 

El fuego alcanzó el tamaño adecuado como para tragárselo vivo. Con una voz de ultratumba, una figura se fue formando con toda tranquilidad. A cada pestañeo de Ángel, la criatura tomaba una forma no humana. La llama disminuyó y un ser de casi dos metros puso los dos pies en el suelo. De abajo hacia arriba su aspecto era propio de un demonio con cabeza de un animal rumiante. Los cuernos eran suficientes como para hundir sus ojos. 

«¿¡Pero qué demonios es eso!?», se dijo Ángel y su cuerpo se entregó al miedo. 

—¿¡Quién eres!?  

La criatura tosió fuego y miró a Ángel. 

—Quién ose despertar a la bestia pagará con su cuerpo —dijo el ser con voz demoníaca. 

—¡No entiendo! ¡Por favor, no me haga daño! 

—¡Ya lo irás entendiendo...! 

Los ojos del ser demoníaco brillaron y un círculo ignívomo envolvió a Ángel. En un escenario totalmente oscuro y vacío, el muchacho cayó en una superficie humeante mientras veía como la bestia escupía fuego y se perdía en las tinieblas que había creado. Ángel cerró los ojos indiferente al tiempo. 

El reloj marcaba las seis. Ángel abrió los ojos y miró al techo, pero su cabeza estaba en otro lado: sus pesadillas. Confiado de que todo había sido un sueño, se levantó y sintió un comezón en el pecho, por lo que se lo rascó: alivió su comezón y, de paso, descubrió que los pectorales se habían hinchado como melones. En ningún momento pensó que eran senos de mujer. Pero sus manos pequeñas y su baja estatura le decían otra cosa. 

—¿Qué me ha pasado? ¡Mierda! —vociferó Ángel en voz alta. 

Para confirmar sus sospechas, buscó su manguera y no la encontró. Tenía un culo y unas caderas anchas. Pero le faltaba lo más importante que era el órgano masculino. Su búsqueda fue inútil y solo encontró una vagina lubricada. Buscó su ropa con la mirada, pero solo vio cenizas. Ni la llave de su casa pudo contra el fuego. 

—Esto no me gusta nada...

Endemoniado ©️Where stories live. Discover now