Seven Eeries Happenings: Seven

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Una buena noche, Janosh llegó a mi cuarto gritando—: ¡Préstame tu cuerpo!

Mis padres habían salido a cenar a casa de una vecina y mi hermana estaba en casa de una amiga, por lo que solo estábamos los dos en la casa.

Retiré la mirada de mi libro de álgebra y lo miré confuso. ¿Qué tontería estaba diciendo ahora? Pero antes de que pudiera decir nada más, él me jaló del brazo fuera de mi cuarto, escaleras abajo, hacia la morgue. Intenté pelear, discutí y me enojé, pero él solo me decía: «Deja de chillar, y préstame tu cuerpo». Sus palabras solo eran un incentivo para que siguiera dando pelea.

—¡¿Qué demonios quieres?! —le grité, logrando liberarme de su agarre y chocando contra una de las paredes de la recepción, frente al estrecho pasillo que daba hacia el frío y solemne lugar de la morgue.

Él me miró de manera analítica, luego se acercó hasta acorralarme contra la pared en la que me recargaba. Su mano se apoyó al lado de mi cabeza y siguio mirándome.

—Necesito de tu mente, de tus ojos y... —Su mano contraria había estado señalando cada parte que mencionaba y su dedo pulgar ligeramente tocó su propios labios antes de sonreír.

Sí, es cierto, no voy a negar. Mi primo es atractivo. Muy probablemente un, innecesario, latido se me escapó. Pero antes de que pudiera repeler y aprovechando mi evidente confusión, me tomó de la mano y arrastró hacia la morgue. Tras abrir la puerta de la sala de preparación, se detuvo ante uno de las planchas y soltándome, destapó un cadáver.

Si creyeron que ver un cadáver era para darme de miedo, les recuerdo que soy un niño criado en una morgue, por lo que estoy acostumbrado. Los veo cuando llegan, cuando son preparados y luego presentados ante sus solemnes y muchas veces llorando, familiares, listos para el sepelio. Crecí con estas escenas de manera recurrente. Los muertos están muertos, y no hay nada que los vuelva a levantar. Los  años me lo confirman.

Sin embargo, en este cadáver había algo peculiar. En su piel no se veía el clásico color cetrino dado una vez que llevan cierto tiempo sin vida, ni los labios ligeramente azules o la piel medio hinchada. Tampoco tenía el ligero olor fétido que lentamente empezaban a emanar. Podía decir que incluso había restos de elasticidad en aquella piel blanca. Obvio, era un fallecimiento reciente.

—Así te verás cuando mueras —le dije a mi primo, cuya mirada seguía fija en el difunto. Trate de hacer la comparación con mi primo cuya cabellera era tan rubia como la del cadáver.

Janosh hizo una mueca.

—Primero, fíjate en esto. —Señaló la frente del cadáver.

Me sorprendió notar lo que tenía escrito a todo lo ancho de la amplía frente: SEVEN.

—¿Qué es?¿Un tatuaje? —Intrigado, me incliné para ver mejor aquella zona. La piel marcada con la palabra parecía cubierta como por ceniza. Con un dedo, toqué ligeramente y retiré para comprobar que aquel polvo no manchaba.

Mi primo me miró sorprendido con sus hermosos ojos verdes abiertos de par en par.

—No parece pintada —le dije, mirando mi dedo limpio y notado que no tenía relieve de pintura.

—Es un tatuaje raro. ¿Quién va marcándose la frente con la palabra de un número?—murmuré a lo que mi primo chilló emocionado.

—¡Esto es interesante!

¿En serio le parecía interesante? Mucha gente lo consideraría escalofriante, incluyéndome, sino fuera porque ya estaba más que acostumbrado.

—Debe ser algún tipo de enfermedad —continuó, poniendo expresión pensativa.

1era Antología All Hallow's EveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora