Despertando Capítulo I

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Historia de Raven Yoru

La luna luna se alzaba en su apogeo, bañando con su luz perlada la habitación donde un joven descansaba imitando la paz que traía consigo un ángel. Despertó del letargo revelando con pereza la grisácea mirada que pronto se llenaba de nostalgia al contemplar aquella esfera plateada que parecía observarlo desde su grandeza. ¿Cuánto había quemado la luz del sol sin que él pudiera disfrutar del calor de su haz? Cien años, tal vez. Había dejado de contar los días aquella noche, cuando al despertar, su corazón había dejado de latir.

-¡Benjamín! -gritó al notar que su sirviente no se encontraba en la habitación.

Se sintieron los pasos apresurados del muchacho atravesando el pasillo.

-Señor -Se inclinó-. Buenas noches.

-Sabes que no me gusta despertar y que no estés aquí. Parece que te esfuerzas en desobedecerme.

-Lo siento -se limitó a decir, desviando la mirada.

El hombre chasqueó la lengua, haciéndole un lado para seguir su camino. Bajó las escaleras, atravesando un amplio salón donde alguna vez se celebraron fiestas y banquetes de lujo, aquellos recuerdos que Evan prefería evitar.

Se dejó caer sobre el mullido sofá de terciopelo rojo, apoyando ambos brazos sobre los soportes de madera labrada. A donde iba, la inmensa luna parecía perseguirlo, recordándole que era preso de la noche; trasladándolo hasta aquella tarde donde vio el sol por última vez. Debería haber muerto, no se explicaba por qué había quedado con vida, por qué había sido condenado a vivir el resto de la eternidad escondiéndose entre las sombras. Apretó los ojos, obligándose a sí mismo a no derramar más lágrimas.

-¡Benjamín! -gruñó de nuevo, llamando a su sirviente. Su única compañía.

Aun a distancia, logró escuchar la madera de las escaleras quejándose con cada paso, y luego, los pies descalzos del muchacho golpeando el suelo de baldosas.

-Señor... ¿En qué puedo servirle?

-Necesito alimentarme... -susurró, clavando sus orbes grises sobre los ámbares del muchacho.

Benjamín tragó saliva, acercándose. Se quitó el pañuelo de seda azul que cubría su cuello, dejando al descubierto una innumerable cantidad de marcas y moretones. No era la primera vez que Evan se alimentaba de él. Se incorporó con lentitud, caminando suavemente hasta el chico que ofrecía su cuello con ambos ojos fuertemente apretados. Evan parecía castigarlo por su dolor, culparlo por algo que él no había hecho.

Un dolor agudo invadió su cuerpo cuando los dos colmillos rasgaron la piel y se clavaron en la yugular, sin un atisbo de delicadeza. Benjamín cayó de rodillas cuando el flujo vital abandonó su cuerpo, debilitándolo. Esta vez había sido demasiado; no había terminado de recuperarse desde la última vez. Evan tomó incluso más de lo necesario, deleitándose con el sabor dulce y metálico que llenaba su boca y acariciaba su garganta. Una vez satisfecho, se apartó del chico, dejándole caer. Limpió los restos de sangre que habían quedado sobre sus labios con el antebrazo, observándole espantado: Benjamín se veía enfermo, moribundo.

-¡Levántate! -ordenó, enfurecido consigo mismo, tomando al muchacho del brazo-. Inútil, ¡no sirves ni para serme de alimento!

Benjamín flaqueó, esforzándose por mantenerse de pie a pesar de que sus piernas apenas podían soportar su propio peso. Necesitaba descansar, debía recuperarse antes de que Evan decidiera beber de él otra vez.

-Lo-lo siento... -murmuró, sosteniéndose de las pesadas cortinas que hacían juego con el terciopelo rojo del sofá.

-Tus disculpas no me sirven. ¡Fuera de mi vista!

1era Antología All Hallow's EveWhere stories live. Discover now