Anhelaba Ver Su Sonrisa

46 7 0
                                    

Historia de Felix Esquite

El cerrojo de la puerta cedió como todas las noches en que Guillermo volvía a casa tras estar fuera, en el trabajo, todo el día. La estancia lo recibía tal cual, siempre sumergida en oscuridad, misma que le atribuía una pesada atmósfera un poco deprimente, la que a pesar de ceder tras resplandecer la blanca luz artificial que bañaba la estancia cortando esquinas y marcos, se prolongaba por largo rato. Aunque no siempre hubo de ser de aquel modo. Pues hace poco más de dos años, cuando Guillermo lo conoció mucho de su vida cambió. Y que desde aquel treinta y uno de octubre, del año pasado, ya muy entrada la noche, cercana la madruga del primero de noviembre; le llamasen para avisar que su prometido, Armando, había sido asesinado en su departamento en el centro de la ciudad. Significando para Guillermo una de las más grandes pérdidas en sus treinta y siete años. Marcando su vida desde entonces.

De cuando en cuando pensaba en el modo en que la vida de su prometido había acabado. Sí bien Armando no era de tener enemigos por su actitud amistosa y su carácter cálido, en más de una ocasión la misma los conseguía por socorrer a quien necesitase de su ayuda. Y algo le decía que aquel inhumano final había sido provocado por eso. A pesar del informe policíaco su intuición le gritaba que aún se desconocía la verdad. Y aquella noche intentaría saberla. Pues así como esa idea lo había estado perturbando sabía que al liberarse de la misma tendría la fuerza, la que todos sus amigos y familiares en más de una ocasión, para continuar.

Tras saludar a su gato de pelaje blanco con manchas negras, Guillermo se dirigió a la mesa del comedor. Recogió todo lo que en ella estaba. Y lo colocó sobre la platera. Observó su reloj, faltaban algunos minutos para las siete de la noche. Sacó del bolsillo de su pantalón su teléfono celular. Tras quitar la seguridad del mismo buscó en su agenda el número que guardo con la letra D. Con el aparato pegado a la oreja escuchó los tonos hasta ser atendido.

—Hola, Guillermo —le respondió la voz de un sujeto—. Creo que se ha animado después de todo.

—Sí —contestó Guillermo entre apenado y temeroso.

—¿Y qué fue lo que lo hizo cambiar de decisión? —indagó la persona al otro lado de la línea. Movido por la curiosidad más que por alguna otra cosa.

—Motivos personales..., creo —tras carraspear su garganta continuó—, por el momento prefiero no hablar de eso.

Se produjo un silencio incómodo en ambas partes de la línea, entonces Guillermo le pidió que llegará a las ocho de la noche y se despidió.

Luego de terminar la llamada, Guillermo se dirigió a la cocina y saco de debajo del fregadero un cuenco mediano en el que comenzó a colocar varias cosas que tenía guardadas en algunos cajones. El maullido de su gato al meterse entre sus pies le recordó su existencia.

—¿Tienes hambre, verdad, Sebastián?  

El animal maulló una vez más. Por lo que Guillermo colocó las cosas que había puesto en el recipiente sobre la estufa y tomó la bolsa de croquetas para el felino. Con varios chasquidos de lengua llamó a su mascota que lo siguió con su habitual ánimo hasta su plato plástico. Retiró el recipiente de agua y lo lavo en el fregadero, luego le puso nueva y lo dejó en el mismo sitio. El minino permaneció frente al plato mientras Guillermo retomaba sus actividades previas.

Mismas que en otro lado de la cuidad se llevaban a cabo. O más bien contrarías, pues Damián en lugar de comenzar a colocar sus chucherías, él guardaba las suyas en una maleta deportiva para ir a la cita acordada con su cliente más reciente.

El joven de unos veinticinco años, al menos en apariencia, tomó el bolso y se dirigió a la puerta de su pequeño local. Apagó la luz y cerró con llave. Caminó al costado de la pequeña edificación de tres plantas allí se encontraba aparcada su motocicleta, como un déjà vu Damián recordó la primera vez en que sus servicios fueron requeridos. Sonrió un poco y con un par de movimientos de cabeza lo sacó. Tras encender el vehículo el hombre se subió y con una patada en el pedal este estuvo listo para llevarlo a una sesión más de lo que le había permitido llevar un poco de pan a su mesa.

1era Antología All Hallow's EveWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu