CAPÍTULO 3

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Karla

Hago una parada más.

Sólo una más.

Necesito descansar, la poca energía que me queda a sido drenada por culpa de esa mujer, así que en cuanto veo un motel a orillas de la calle me detengo.

—No quiero escuchar tus quejas. Por culpa tuya ahora estamos en boca de toda la policía.

—¿Qué iba a saber yo que eso iba a pasar?

—Claro.

Me pongo el saco negro para esconder las manchas de sangre que hay en mi camisa. Trato de limpiar mi rostro sucio y sudoroso porque si que aparentamos haber tenido un muy mal día.

Cuando creo ya estar lista tomo la mochila que dejé en la cajuela como segunda opción.

Tendré que cambiar la placa del auto  cuanto antes.

—¿Puedes caminar? —le pregunto al ver sus pies descalzos —¿O tengo que cargarte?

—¿Puedes dejar de aquibillarme con tus palabras?

—No lo estoy haciendo. Sólo te hecho una pregunta.

Sus ojos se apartan de mí en cuanto entramos a la pequeña recepción del motel.

—Bienvenida a Cupido.

—Hola, una habitación para dos, por favor

La mujer detrás del mostrador nos mira con curiosidad. Lleva una gorra horrenda en su cabeza y un chaleco con el nombre del lugar.

—¿Cuántas horas desean quedarse?

—El día completo, y la noche también si es posible.

—Sería cien dólares por el día completo y otros cien de recargo por la noche.

Saco mi billetera y le entrego el dinero y ella me hace entrega de una llave sin llenar ningún papeleo. Es lo bueno de ese lugar.

La discreción es primero.

—¿Sabe si hay algún sitio de convivencia cerca?

—No, pero tenemos el número de un restaurante chino.

Miro a Lauren en espera de que haga algún reproche y al no recibirlo le pido el número a la mujer para hacer un pedido.

Tenemos que salir otra vez de la pequeña recepción en busca de la habitación, ya que solo hay hileras de apartamentos con paredes color café y puertas rojo vino.

Antes de que pueda mirar el número en la llave, Lauren me la arrebata para adelantarse en la búsqueda. Siento pena por ella, sólo lleva puesto el camisón en su cuerpo y sus pies siguen descalzos.

—La encontré —dice ella metiendo la llave en la cerradura para entrar, pero la veo hacer una cara rara, y en cuanto estoy cerca soy capaz de entender. Alguien está teniendo sexo en la habitación de al lado sin una pizca de cuidado —Qué asco.

Cierro la puerta con seguro al estar dentro y corro las cortinas por seguridad.

Espero esos ruidos no tarden en acabar.

—Quiero ducharme, pero ni siquiera traigo ropa conmigo.

—¿Cómo es que sales de casa sin algo más?

—Para tu información, solo iba a una fiesta. No tendría porque cargar nada.

¿Pero qué hace en Nueva York, cuando necesita ir a Chicago?

En Ti Confío; Camren [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora