.-Capitulo treinta y cinco

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-¿Qué? ¡Te pueden pillar!-dijo mi rubia

-Él es el profesor, nadie me pillara-dije obvia- tengo unas inmensas ganas de besarlo

-Ve, pero nadie puede verte-dice

Yo sonrió y con mucho silencio me dirijo asía la puerta, nos era nada agradable encontrarme con mis compañeras de cabaña, salí, cerrando la puerta tras de mí, camine mirando el suelo, no quería hacer ningún ruido, ya era tarde, era hora de que todas las alumnas con buen carácter estuvieran acostadas, adivine que, no soy una alumna de buen carácter

Le agradezco al gran señor poderoso de los cielos  por que el ojiverde, no cerró su la cabaña por dentro, abro como si mi vida dependiera de ello, las luces están apagadas, camine hasta la habitación, como era la cabaña de profesores, solo había una, llegue a ella, tampoco estaba ahí, pero escuche la ducha correr, joder, se está bañando

Espero unos minutos, y el sale envuelto desde la cintura hacia abajo con una toalla, dejando ver su torso bien formado al descubierto, está de espaldas, su gran espalda, mmh, apretable, apetecible

Como si fuera un puma en busca de su presa, me acerco a él, paso uno de mis dedos por su espalda, el se tensa, se gira y me ve, suspira

-¿Creías que era otra persona?-dije sonriendo, con mis manos en sus pectorales

-Uno nunca sabe quién puede ser-dice sonriendo

-¿Esperabas a alguien?-dije con los ojos entrecerrados

-Aparte de ti-dice- nop, a nadie más

-Stefan-el me mira- hazme el amor 

El sexy arroganteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora