Capítulo 7: Lazos que unen

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– ¿Y cómo le voy a llamar si no? Él me sigue llamando Señor Potter.

–No siempre –contestó Neville– Te llamó Harry cuando te pidió que fueses con él a Hogsmeade, ¿recuerdas?

Harry lo recordaba perfectamente. También recordaba vagamente que le había llamado así en otras ocasiones; en la cama, si no recordaba mal, aunque no pensaba compartir esa información con sus amigos.

–Me resultaría raro llamarle cualquier cosa que no fuese Snape –les dijo encogiéndose de hombros. Todos asintieron.

–De todas formas –añadió Dean– es un poco raro.

Harry personalmente pensaba que todo el asunto era raro.

Las prácticas de Quidditch habían empezado, y le solían tomar la mayor parte del tiempo libre tras las clases. A menudo, sólo tenía un momento para hacer sus deberes tras la cena. Entonces se sentaba en el escritorio que Snape le había preparado mientras el profesor corregía junto al fuego. Aunque Snape tenía un estudio propio, la mayoría de las noches se sentaba junto al hogar; Harry se preguntó si no sería un hábito nuevo que estaría desarrollando por su bien. Sospechaba que Snape lo hacía para hacerle compañía, aunque no podía imaginar por qué motivo. No era como si le cayese bien aquel hombre, y desde luego Snape no le soportaba a él.

No obstante, no se retiraba a su estudio privado, cuando podría haberlo hecho fácilmente. Y tras un tiempo, Harry se había acostumbrado a su presencia. De vez en cuando el hombre incluso le hablaba, comentando algo que estaba leyendo o que había sucedido durante el día. Harry se encontró hablándole ocasionalmente también, haciendo algunas preguntas sobre sus deberes que normalmente habría preguntado a Hermione si hubiese estado en la sala común de Gryffindor. Para su gran sorpresa, Snape respondía guardándose los comentarios cáusticos para clase en exclusiva. Pociones seguía siendo tan difícil como de costumbre, pero Harry había empezado a mejorar sus notas gracias a que preparaba los ingredientes más cuidadosamente. Más de una vez había pillado a Snape mirando con aprobación el contenido de su caldera, aunque el hombre aún no le había felicitado ni una vez.

La llegada de la ropa que Snape había encargado para él en Torsond sorprendió a Harry, pese a saber que estaba al llegar. No había pensado que fuese tanto: no había tenido tanto en su vida. Y todo era de su talla: se probó varias prendas, mirándose en el espejo asombrado. De acuerdo, no es que las ajustadas calzas le convenciesen mucho, pero tenía que admitir que los jubones eran preciosos. Eventualmente guardó todo en el guardarropa y se reunió con Snape en el salón.

– ¿Y bien? –preguntó Snape, sin alzar la vista del pergamino que estaba leyendo.

–Es... está bien –admitió Harry, preguntándose qué era lo que debía hacer ahora. Supuso que tendría que dar las gracias, pero se sintió repentinamente incómodo y muy extraño. No era correcto que precisamente Snape le regalase tantas cosas. Era raro. Snape le miró, con expresión indescifrable.

– ¿Bien? –parecía algo incrédulo. Harry se sonrojó. El hombre debía haber gastado una fortuna en ropa: sólo los materiales básicos eran ya muy costosos.

–Nunca he tenido tanta ropa hasta ahora –dijo– Se me hace... extraño –se sentó nervioso en su silla habitual.

– ¿Qué es lo que tiene de extraño? –preguntó Snape.

–No sé –Harry se removió, incómodo, ante el escrutinio penetrante del hombre– Es sólo que no creo que... quiero decir... ya sé lo que dijiste, pero sigo pensando que debería haberlo pagado yo todo.

–Pensaba que ya lo habíamos hablado –Snape se reclinó en el asiento, dejando caer el pergamino en su regazo con irritación.

–Ya sé lo que me dijiste –repitió Harry– Pero de todas formas... ¡No está bien! No me importa lo que los demás digan o piensen: no me casé contigo por tu dinero. Y no es como si hubieses tenido opción tampoco. ¡No deberías pagar por mí!

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now