Incapaz de contenerse, Harry sonrió:

­–Lo cual explica mi necesidad de disculparme por ello –por un segundo, incluso pareció que Snape fuese a reírse. ­

–Desde luego –asintió secamente. Inmediatamente después se estremeció, clavando los dedos de la mano derecha en su antebrazo izquierdo y maldiciendo por lo bajo. Harry frunció el ceño y dio un paso hacia él.

­– ¿Qué sucede? –preguntó.

– Nada –musitó Snape entre dientes. Pero tras haber visto aquel estremecimiento, Harry se percató de otras cosas: Snape parecía agotado, incluso más pálido de lo normal.

­–Es Voldemort, ¿verdad? –Afirmó–­ ¡Le está llamando! ­

–No tiene gran importancia, señor Potter –le recordó Snape con ojos cerrados y labios tensos de dolor. Su mano se había tensado de tal forma que los nudillos se habían quedado blancos, como intentando exprimir el dolor y extraer la marca oscura de debajo de sus ropajes.

­– ¿Hace cuánto que sufre esto? –preguntó Harry. Sabía que la marca se iba volviendo progresivamente más dolorosa a medida que la llamada era ignorada. No se había preguntado qué podía sucederle a Snape ahora que ya no pretendía responder a la orden. ¿Cuánto tiempo podía torturarle Voldemort con ello? ¿Y cuán agudo podía volverse aquella agonía?

­–No es problema suyo, Potter –le informó Snape. Harry podía darse cuenta de lo difícil que le era mantener el control debido al dolor que experimentaba. ­

–De hecho, sí que lo es –le replicó, tomando una decisión y arrodillándose ante el hombre. Como Snape tenía los ojos cerrados no supo qué hacía hasta que Harry le tocó el brazo, retirando la manga de la túnica para ver la marca oscura. Estaba tan negra como el carbón, y la carne que la rodeaba tan roja que parecía despellejada.

­– ¿Qué está haciendo? –inquirió Snape, mirándole con furia. ­

–Es culpa mía –le dijo Harry. Snape retiró el brazo con brusquedad.

– ­ ¡Claro que no es culpa suya, Potter!

– ­ ¡Si no fuese por mí, esto no hubiese pasado! –le gritó Harry en respuesta.

­– ¡Por supuesto que no! –siseó Snape–­ ¡En vez de esto, estaría jugando a ser el buen Mortífago y sufriendo el Cruciatus porque Voldemort se aburriría sin encontrar muggles a los que torturar!

–­ ¡Si está tratando de asustarme, ahórrese el aliento! –le dijo Harry, bullendo de rabia­– He visto lo que hace, ¿recuerda? ¡Ahora conteste la maldita pregunta! ¿Desde cuándo le lleva doliendo?

– ­ ¡No use ese tono conmigo! –rugió Snape. Incapaz de controlarse, Harry dio un paso atrás y le dio una buena patada a la silla en la que el profesor estaba.

– ­ ¡Te odio!

– ­ ¡Bien! –gritó Snape, y luego acalló un gemido de dolor al tiempo que se encogía, aferrándose el antebrazo de nuevo.

Pese a su rabia, ver a Snape sufriendo hizo que algo diese un vuelco en el interior de Harry. No pudo soportar la idea de quedarse mirando sin hacer nada. Sacó la varita y llamó a Dobby, desesperado.

–Dobby, trae al Director, por favor –le dijo al elfo–­ dile que necesito que venga de inmediato.

–­ ¡Sí, Harry Potter, yo voy ahora mismo! –le aseguró Dobby, desvaneciéndose un segundo más tarde. ­

– ¿Por qué diablos ha hecho eso? –preguntó Snape con amargura. Harry no contestó. En vez de ello, se sentó a esperar, mirando cómo Snape cerraba de nuevo los ojos convulsivamente, con las uñas clavándose en la ropa y la carne bajo ella, como si tratase de detener la terrible agonía que le hacía sufrir la marca. Harry sentía que toda aquella situación era irreal. Un segundo más tarde las llamas cambiaron de color debido a polvos Flu. Dumbledore salió de la chimenea. ­

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