🌺Capítulo 22🌺

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«Yo solo quiero darte el mundo, todo y cualquier cosa que quieras. Y cuidarte de ello, también. Mantenerte segura.» –

E.L. James.

Santa Fe, Ciudad de México, México.

Charlotte aferró la carpeta con fuerza contra su pecho.

Ya era la milésima vez que había revisado los documentos con lupa, y cada vez sentía más pesar recaer sobre ella de manera insostenible.

¿Qué mal le había hecho a Regina, para recibir tanto odio de su parte? No recordaba haber hecho nada en su contra, ni siquiera habían compartido algún vínculo más que el de rigor laboral.

Ese rencor injustificado ante sus ojos se mantendría como un misterio hasta el momento de enfrentar a Regina.

¿Sería capaz de seguir adelante el plan trazado por Mateo?

Sabía que había mucho en juego, y que los pasos que daban debían ser certeros y estratégicos.

Por eso, esperó pacientemente en la seguridad de un callejón cercano a la compañía, hasta recibir el aviso de Pedro.

El tiempo transcurrió con lentitud, robando segundo a segundo su serenidad.

¡Dios! ¡Cuánta falta le hacía Mateo en ese preciso instante! Pero sabía que él estaba en camino con las autoridades federales y que en breve estaría junto a ella, listo para defenderla.

Tomó aire profundo una vez más, sintiendo cómo sus pulmones se llenaban al máximo de su capacidad.

Finalmente, el ansiado sonido de la notificación del móvil quebró el silencio.

Se precipitó a revisar la pantalla.

«Ya estoy con Regina en su despacho, ve a por ellos».

Charlotte expulsó con lentitud el aire que no sabía estaba conteniendo y con determinación salió de las sombras, trazando pisadas enérgicas que la encaminaron al piso directivo.

—No puedo creerlo, que este tipo de infamias se generen en micompañía, es intolerable y repudiable—El director general dejó caer la carpeta de documentos contra la inmaculada mesa de juntas, con el rostro rojo decólera

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—No puedo creerlo, que este tipo de infamias se generen en micompañía, es intolerable y repudiable—El director general dejó caer la carpeta de documentos contra la inmaculada mesa de juntas, con el rostro rojo decólera.

Uno a uno, los directores y dueños de la compañía confirmaron lo dicho por este, demostrando su desagrado ante lo sucedido.

—No vamos a tolerar este tipo de comportamientos en nuestra compañía, debemos avisar a las autoridades —secundó otro director.

—Con su permiso, ya dimos aviso y están aquí en este instante. —Charlotte dio una mirada a la puerta.

Los directores asintieron de inmediato, otorgando acceso a los federales, por lo cual Charlotte se encaminó a la puerta y abrió de par en par.

Un Precio Que Pagar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora