🌺Capítulo 3🌺

230 43 186
                                    

"El amor es el espacio y el tiempo medidos por el corazón."

Marcel Proust.


Mazunte, Oaxaca, México.

Charlotte trazó pisadas aletargadas que la distanciaron de la habitación que albergaba a Naná, sintiendo cómo una presión punzaba con consistencia contra su abrumado corazón.

¿Cómo era posible que se hubiese deteriorado tanto en dos años? ¿Cómo nadie la había puesto al corriente de la gravedad del asunto? Y sobre todo la inquietud que taladraba su corazón sin compasión punzaba una y otra vez. ¿Alcanzaría a pasar el suficiente tiempo con ella como para calmar el tornado que azotaba su interior?

Desistiendo a seguir torturando su mente, permitió que sus pasos recordaran una vez más aquella trayectoria que había trazado durante toda su niñez y adolescencia, hasta arribar en el dormitorio que alguna vez había sido suyo, constatando en el acto que conservaba cierto diseño original de la habitación de sus recuerdos, no obstante, las remodelaciones eran muy evidentes, otorgándole un estilo bastante moderno. Barrió con la mirada toda la extensión de la habitación, detallando en aquellos lugares que habían sido inexistentes en su última visita.

—¿Se puede?

Una repentina pero ya conocida voz irrumpió sin previo aviso, llevándola a girarse con rapidez.

Los profundos ojos oscuros la analizaron con lentitud a prudente distancia desde el umbral de la puerta, pareciendo que intentaba develar cada resquicio de lo que ella estaba sintiendo.

Sintiéndose expuesta e irrevocablemente abrumada ante aquella mirada tan intensa que le había generado tantos sentimientos en el pasado, no pudo evitar bajar la mirada sintiendo cómo sus mejillas eran coloreadas por un abrupto rubor involuntario.

—Claro, puedes pasar Mateo.

Levantó la mirada justo a tiempo para observar la sonrisa que se dibujó en el rostro masculino, generando la aparición de esos hoyuelos tan pronunciados que siempre acababan por capturar toda su atención.

Él, recorrió la escasa distancia que los separaba con deliberada calma y tras llegar frente ella, sin previo aviso, la atrajo contra sí rodeando la breve cintura femenina con sus brazos.

Charlotte pestañeó sorprendida al sentirse entre esos fuertes brazos que la contuvieron de manera repentina, pero la calidez tan agradable que emanaba de ellos generó una sensación de confortabilidad arrolladora en todo su ser. La impresión cedió, dejando lugar al agrado y no pudo evitar dejar salir un suspiro que emergió desde lo más profundo de ella. El aroma con un toque a madera del perfume masculino que había sentido antes se acrecentó embriagándola y motivándola a olvidar todo y perderse en ese instante.

¿Desde cuándo los brazos de Mateo la hacían sentir tan protegida? Hasta el punto de sentir como sus enérgicos latidos se sometían en rendición irrevocable, acompasando el ritmo de los latidos que el corazón de él marcaba, a esa distancia tan mínima.

—Moría de ganas de abrazarte desde que te vi —confesó él, deslizando con suavidad una mano para acariciar la espalda de Charlotte.

—Mateo yo...

Charlotte separó el mentón del hombro masculino, elevando su mirada a su rostro y anclándola a la mirada de él.

A esa nula distancia, los ojos de Mateo le parecieron casi un hoyo negro con esa profundidad tan grande. Sintiéndose incapaz de resistir aquella mirada sin exponer la inexplicable debilidad que le generaba, optó por desistir del contacto visual y apoyar su mejilla en el fuerte torso de él, que la recibió como un refugio cálido y grato.

Un Precio Que Pagar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora