Capítulo 34: Libros, retentivas

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De pronto, se empezó a escuchar una música proviniendo de la biblioteca. Las cámaras no me habían dado acceso a observar los interiores, ya que Tricia no había abierto las puertas. Ambos sabíamos que no habría otra manera de ir hacia abajo. Tenía que atravesar la biblioteca para poder llegar a las gradas.

—Ten mucho cuidado... —dije con sigilo—. No tengo idea de quién puede estar ahí.

—Lo tendré. —Abrió la puerta, causando un chillido enorme. La cerró detrás de ella.

La biblioteca era enorme. Había al menos treinta estantes repletos de libros, cada estante tenía al menos veinte pisos, lo que causaba una dificultad al ver todo al mismo tiempo. Había sillones cada cierta distancia para sentarse a disfrutar de la diversidad de lecturas que ahí se encontraban.

La música del piano no dejaba de sonar, estaba siendo producida por una vieja radio al final de la biblioteca, en una esquina. Tricia caminaba lentamente por los cuadros blancos y negros que se encontraban en la inmensidad del lugar. De repente observó entre los libros, uno que le llamó la atención. Lo tomó y caminó hacia un sillón a leerlo.

—No creo que sea momento para leer... —mencioné tosiendo—. No sabemos quién más se encuentra aquí.

—Hay que darles tiempo de matarse entre ellos. Avísame si alguien se acerca, ¿sí? Estoy leyendo algo... quiero visitar mis recuerdos por unos momentos. —Ella empezó a adentrarse en las páginas del libro. Era su manera de escapar de lo que sucedía en sus alrededores.

•—Empezar Música (Sad piano - Sadness)—•

—¿Qué libro es? —Ella se levantó en el sillón y mostró la tapa a la cámara para que pudiera leer el título. "El legado de los Naturor", decía. Sentí un ligero mareo al leer esto... debía de ser por la falta de una buena alimentación. Ella se volvió a sentar.

La biblioteca estaba iluminada por focos enormes de luz finísimos. Eran lámparas rodeadas de oro y plata, con diseños refinados y selectos. Todo era perfecto, y esa era la misma razón que le daba cierto efecto de falsedad al lugar...

—Estos eran de los libros favoritos de Bucker. —Tricia soltó una risilla—. Oh... ¿dónde estarán Bucker y Jael en estos momentos?

—Deben de estar bien, siempre encuentran la manera de estarlo. —Sonreí al recordarlos, siempre llenos de vida y alegría.

—Bucker y Jael... ellos son de la generación más nueva de los Desvaríos, sino no les hablaría del todo. Los Desvaríos viejos... ellos... —Tricia fue interrumpida al cortarse la música de repente. Volteé a ver, la radio estaba en el suelo, rota en mil pedazos. ¡No estaba vigilando bien!

—Tricia, huh... —La voz de un hombre se hizo presente. ¡Robert! Estaba oculto entre los estantes, no podía verlo.

—¡Tricia! ¡No puedo decirte dónde está! Tienes que llegar al piso de abajo. —Tragué en seco, sabía que Robert era alguien muy peligroso. Ella dejó el libro en el sillón, y empezó a ver hacia todos los posibles ángulos por los que él podía aparecer.

Tenía su resortera lista, cargada. Empezó a avanzar por los pasillos... paso a paso. Tenía mi corazón en la garganta. Robert empezó a hablar de nuevo. ¡No tenía ni idea desde donde provenían sus oraciones!

—Podré ser viejo, pero tengo fuerzas para pelear todavía —burló—. Verás... soy alguien... difícil de tocar. ¡Jefe de la policía Onírica! Me costó conseguir ese puesto, me costaron varias vidas. Unas, pues... más engorrosas que otras, pero vidas asequibles de todos modos.

» Desde joven supe que tenía un gran destino por delante. Un gran porvenir, por encima de todos los débiles con los que interactuaba. Por eso empecé mi revolución, silenciosamente. Los Oníricos, los Desvaríos... toda esa asquerosa trama está planeada desde hace años. Admito, fue una hermosa idea, pero una de la que no fui partícipe.

» ¿Yo? Soy un... cazador de oportunidades, algunos nos llaman despreciablemente oportunistas, pero, diablos, es que, si no agarras el chance ahora, ¡nunca lo harás! Así es la vida para lo bueno y para lo malo, pero, en fin... ¿qué son esos extremos? Nadie lo sabe en su totalidad.

—Los Desvaríos no estamos en una disputa con los Oníricos por gusto, es por necesidad. ¡No me importa nada de lo que digas! —gritó Tricia, avanzando por el laberinto de libros. De vez en cuando uno que otro ejemplar caía al suelo como por arte de magia.

—¿Ah, sí? Bueno, de todos modos, eso no te incumbe. No saldrás viva de este lugar, sospecho que te has dado cuenta de ese hecho, ¿cierto? —Unas manos gruesas atravesaron un estante, agarrando a Tricia del cuello y levantándola, asfixiándola. Robert se encontraba del otro lado.

—¡Tricia! —grité. ¡Mierda! ¡De nuevo no podía hacer nada para salvarla!

Ella logró torcerse de las garras de Robert, y empezó a correr, dándose cuenta de que no había salida en ese lugar. ¡Había un estante en su camino! ¡Era un laberinto en verdad! Rejuntó la resortera de camino hacia una nueva opción mientras que nuestro enemigo empezaba su diálogo de nuevo.

—Maldita perra... eres escurridiza, pero no escaparás de mí. Nadie lo ha logrado jamás, créeme. —Él seguía maldiciendo.

—Rompe las lámparas con la resortera. —Me di cuenta de que lo que había aprendido al haber estado con Tricia, Bucker y Jael, era que la oscuridad a veces era mi aliada. Este era el momento de usar mi lección. —La oscuridad te protegerá Tricia, confía en mí.

Ella empezó a reventar las finísimas lámparas, dejando la mitad del salón a oscuras, y dejando que los vidrios cayeran al suelo, reventándose en miles de trozos, así como las partes del pasado de nuestras vidas lo habían hecho. Era nuestro turno de levantarnos en la oscuridad, juntos.

—No veo nada... —Tricia suspiró—. ¿Tú?

—Me he memorizado lo que hay a tus alrededores. Sigue caminando. Pronto llegarás a un estante, luego a la derecha. —Tenía mucha confianza de repente. Tenía que tenerla, era lo único a lo que Tricia se podía aferrar.

—Estos jóvenes de hoy... ustedes, ciertas personas, me recuerdan a unos viejos amigos. Nombres que no pueden ser pronunciados en este lugar, por respeto al honor. ¡Aquellos muchachillos, que juraron ser mejores! Terminaron siendo peor de mediocres. Uno, terminó siendo un alcohólico en búsqueda de la "felicidad". Otro, terminó siendo "exitoso", o eso dicen. ¡El tercero terminó en el juego! La última... la última no es digna de mencionar.

» ¿Crees que la oscuridad te puede proteger? ¿Te cuento un secreto? Yo soy el malo de esta historia... no tú. Los Desvaríos se jactan de la valentía, de la lealtad, de todo lo que digas... sin embargo, todo aquello es para evitar la confrontación final con la oscuridad real, tangible y verdadera. ¡La oscuridad de la muerte!

» Por eso te ayudaré con eso. Terminaré con tu sufrimiento de una vez por todas, Tricia. Sé de tu pasado. ¡Todos los que hemos estado en la Deep web lo sabemos! Alice, yo, Dorothy, Theo... y Joel. Joel supo tu pasado... Tú misma lo has llamado. ¡Todo está conectado!

—¡Cállate! —Tricia estalló en llantos—. ¡Cállate, cállate, cállate!

—Tricia, a la derecha, no lo escuches... —Yo mismo intentaba no escuchar lo que Robert decía. Sus palabras eran tan fuertes, y su voz tan profunda...

—Ha llegado la hora. —Él encendió una linterna. Estaba al final del pasillo detrás de Tricia.

—¡Corre! ¡La puerta está frente a ti! —grité viéndola. Ella empezó a correr tan rápido como pudo, pero a mitad de camino rejuntó un trozo del vidrio quebrado, lo cargó en la resortera y disparó a Robert, cortándole la mejilla horizontalmente, una cortada profunda y ácida.

—¡Ah! —gritó él dejando caer la linterna.

Tricia abrió la puerta y la cerró. Corrió bajando las gradas tan rápido como pudo, y se ocultó en un viejo mueble de vasijas. Ahí lloró amargamente por unos minutos, en silencio y soledad, incluso aunque yo estuviera ahí para ella...

El pasado... tenía aún tantas incógnitas pendientes... ¿Iríamos a ser lo suficientemente fuertes para aguantar todo?

El Juego Macabro (#2 En actualización) - GRATISWhere stories live. Discover now