Decimotercera flor: Cada pétalo es un sentimiento más

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Desde el momento en el que Kaminari le reveló que la persona de la que se había enamorado era él, sintió un remolino de emociones dentro de él. Kaminari le gustaba. Desde hace tiempo, cada cosa que el rubio hacía o decía era suficiente para hacerlo sonreír. Sobretodo esa sonrisa suya, una que eclipsaba el sol de la mañana, una que siempre le daría a alguien algún tipo de felicidad. ¿Por qué la enfermedad había germinado en él, entonces?

Era imposible. Kirishima devolvía sus sentimientos. El Hanahaki no les sucedía a personas como Kaminari. Personas que tenían sentimientos recíprocos por alguien más. Personas a quien querían y apoyaban, personas que eran felices.

La única respuesta que pudo llegar a su mente fue que en realidad no lo amaba como creía hacerlo, y ese sentimiento lo asustó más que nada. Podía sentir su corazón comenzando a romperse, un doloroso apretón dentro de su propio pecho. Porque, si no era amor lo que sentía por el rubio, ¿qué se suponía que era?

Decir cuando había comenzado su afición hacia él sería no saber dónde estar parado. Kaminari se había vuelto una persona imprescindible para él, sentía que se entendían tan bien que le parecía imposible haber estado tanto tiempo sin su compañía. Siempre sintió una chispa cuando pasaba tiempo con él.

Eventualmente, descubrió que se había acercado a él más de lo que esperaba. Hacía latir rápidamente su corazón cuando estaban juntos, y su compañía lo hacía feliz. "Estoy enamorado de Kaminari" admitió un día, notando que ese pensamiento no le desagradaba. Nunca antes se había sentido tan unido con alguien, así que... no tenía una idea real de cómo lidiar con eso.

Había pensado en confesársele algún día, pero no tenía apuro. Kaminari siempre había tenido debilidad por las mujeres (pero él no se quejaba, porque ¿qué clase de amigo lo haría?), así que en primer lugar no creía que fuera necesario decírselo cuando sabía que su respuesta sería un no. Pero Kirishima nunca se había sentido rechazado: Kaminari siempre le hizo saber que se preocupaba por él. Y Kirishima creía haber hecho lo mismo por él, aunque al parecer no lo había logrado.

Es mi culpa, pensó. Porque lo más horrible de todo era saber que él era la causa de la enfermedad, y no poder hacer nada al respecto. Él había provocado que aquellas flores florecieran. Y, joder, él debería haberlo sabido. Debería haberlo sabido un millón de veces.

Le era difícil mirarlo al rostro, sabiendo que era el culpable de la situación. Al mismo tiempo, Kaminari parecía no querer hablar con él, y de alguna manera lo estaba lastimando. De todas formas, no se comparaba al dolor que le debió de haber causado a su amigo. No quería que sufriera, eso es seguro, pero lo hacía.

Ese día, al terminar la hora del almuerzo, se lo había vuelto a cruzar. No pudo mantener la mirada durante mucho tiempo al observar la apariencia de Kaminari; bolsas debajo de sus ojos, sombras de opacidad que comenzaban a cubrir su rostro, tez pálida. Así no es como él debería de verse. Y sin embargo, aun quería hablar con él.

Medio segundo después, Bakugo lo había secuestrado, alejándolo del rubio y encerrándolo en un salón de clases vacío.

Ni siquiera le dio tiempo a preguntarle que sucedía.

—¿Cuánto tiempo van a seguir con esto? —comenzó—. Sé que sabes sobre la enfermedad de Kaminari y que tú eres el causante —Kirishima bajó la vista—. Ahora, ve a confesarte.

Sus palabras le dejaron paralizado un segundo.

—Confesarme, dices —dejó salir una risa nerviosa—. ¿De qué estás hablando?

—¡No me tomes por estúpido! —gritó—. ¡No hay manera de que no haya podido darme cuenta que Kaminari te trae colgando!

Dios, ¿realmente había sido tan obvio? Por otro lado, Bakugou pareció calmarse. Se frotó el cuello, en un gesto que a Kirishima le pareció de nerviosismo (era demasiado extraño verlo así). El pelirrojo se sintió aun peor. Lo que fuera que Bakugo había venido a reclamarle...

Recuento de FloresWhere stories live. Discover now