Séptima flor: Cuenta regresiva

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—¿Kaminari-kun?

Sintió como alguien lo sacudía, e inmediatamente la voz preocupada de Midoriya lo despertó de su ensoñación. El rubio parpadeo confundido, recordando de pronto en donde estaba. Ambos estaban sentados en los sillones de la sala común, mientras un programa de noticias se reproducía en el televisor. Aún era media tarde.

Se había quedado dormido (o tal vez inconsciente), durante una conversación con Midoriya, y eso había asustado a Kaminari. Solo había estado pensando que estaba parpadeando antes de abrir los ojos momentos después y ver que al menos cinco minutos se habían evaporado de su vida.

—Oh, lo siento, Midoriya. ¿De que estábamos hablando?

—Sobre un nuevo villano que... no, no es importante ahora. Te quedaste dormido por mas de cinco minutos. ¿Te sientes bien, Kaminari-kun? ¿No deberías ir a la enfermería...?

El rubio negó con la cabeza. Débilmente, recordó la vez que se había quedado dormido con los ojos abiertos en una clase de Aizawa. No había pasado mucho tiempo desde aquella vez tampoco.

—No, no es necesario. Perdón por preocuparte, es solo que no he estado durmiendo bien estos días —sonrió. Viendo que su amigo no pensaba dejar el tema allí, continuo—. Por cierto, hay algo que quería preguntarte.

Preguntarle al chico había sido la opción más lógica. Izuku era el único que sabía su condición además de la enfermera, y en realidad no sentía deseos de preguntarle a ella. Había verificado varias veces que no hubiera nadie más que ellos en la sala común antes de hacerle la pregunta.

—¿Crees que huelo a flores?

Esta vez fue el turno de Midoriya de parpadear en confusión.

—¿Por qué me preguntas a mí?

—Eres el único que sabe de la enfermedad. ¿Qué sucede, te da vergüenza?

—No, no es eso —Midoriya negó con la cabeza un par de veces.

Finalmente, el peliverde se acercó hacia su amigo, sentándose a su lado, ladeando el rostro y olfateando el aire. Tardó un par de segundos en alejarse y responder.

—Ah, es verdad —respondió, sorprendido. De hecho, había un leve olor dulzón alrededor del rubio—. Kaminari-kun, hueles a flores.

Derrotado y con gestos sobreactuados, Denki soltó un suspiro de exasperación, agachando la cabeza. Midoriya se apresuró a seguir hablando ante la baja de ánimo de su compañero.

—Pero realmente no lo sientes si no prestas atención, ¡de veras! Es muy sutil como para que cualquiera se dé cuenta de que viene de ti, incluso si...

—Pero él lo notó —incluso él mismo la había notado. Hace meses, había comenzado a notar como poco a poco ese olor se comenzaba a quedar impregnado en sus ropas y en su habitación. Cuanto más avanzaba la enfermedad, más fuerte era el aroma de las flores—. Incluso cuando me esforcé tanto en esconderlo...

Izuku detuvo su palabrería. El también agachó la cabeza, entendiendo ahora un poco más la situación. Estuvo a punto de decir algo más, pero la repentina tos de Kaminari hizo que olvidara las palabras que había estado formulando en su mente. Rápidamente se acercó a él, palmeándole la espalda y ofreciéndole un pañuelo.

—Kaminari-kun, se está poniendo muy peligroso. ¿No crees que deberías decirle cómo te sientes?

Kaminari negó energéticamente con la cabeza, aun sin recuperarse del todo de su ataque de tos. Joder, no hay manera en el mundo de que pueda decirle a Kirishima como se siente. Lo ha pensado antes, realmente lo ha pensado, pero simplemente no puede hacer que su amigo cargue con el peso de sus sentimientos.

Recuento de FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora