—¿No? ¿Eso te dice? Te miente, Dariem me quiere. Y cuando tengamos hijos, tú-

—¡Mi papá no va a tener hijos contigo! —le gritó molesta, con lágrimas en los ojos.

—Si lo haremos, y no sé que será de ti, ni siquiera eres su hija.

Sus ojitos se aguaron, y comenzó a llorar, cubriéndose el rostro con ambas brazos.

Rubí rodo los ojos, fastidiada.

—Ya, deja de llorar, que si...

Escuchó las pisadas de alguien subiendo rápido las escaleras, y no necesitó voltearse para saber quien era.

—D-Dariem —balbuceó en un tono nervioso.

—Luna ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? —le preguntó tomándola en brazos.

La niña no dijo nada, solo se aferró a su cuello, sollozando.

—Ya cariño, tranquila, estoy aquí ¿qué pasa?

Al no recibir respuesta, se giró para mirar a la castaña, esperando una explicación.

—N-No lo sé, ella sólo se puso a llorar.

—M-Mentira —sollozó contra el pecho de Dariem—. E-Ella dijo... D-Dijo que t-tú ya no me i-ibas a querer... Q-Que no e-eres mi papá —lloró angustiada lo último.

—No, la niña entendió mal, tú sabes que yo no le diría eso Dariem, yo-

—Sólo vete —le dijo abrazando a Luna, sin mirarla.

En cuanto la muchacha se fue, se sentó con la niña en brazos, acariciándole el cabello y la espalda.

—¿Ya estás mejor? —le preguntó al sentir que ella dejaba de llorar.

—No.

—No sé que fue lo que pasó, pero tú sabes que yo te amo, que eres mi hija.

—Pero no de verdad.

—Sí, de verdad. Eres mi hija de verdad porque te amo, porque te siento así, porque amaba a tu mamá, porque soy yo quien te cuida. ¿No me dijiste el otro día que era tu papá?

—S-Sí.

—Entonces no importa nada más —susurró besando su cabeza—. Sólo lo que ambos sentimos.

—Quiero ver a Narel.

***

—¿Y ahora quién demonios es? —pronunció irritada, saliendo de la cama.

Estaba intentando relajarse, leyendo un libro, pero el timbre de su casa no dejaba de sonar, y por lo que parecía, no dejaría de hacerlo hasta que ella fuera a abrir la puerta.

Narel, Narel, soy Luna.

—¿Luna? —pronunció confundida, al escuchar la voz de la niña.

Se dirigió rápidamente a la puerta, y abrirla, se encontró con el alto moreno, cargando en sus brazos a la niña, que al verla, sonrió radiante.

—¡Narel!

Sonrió y la tomó en brazos, abrazándola.

—¿Qué haces aquí, traviesa? Es muy tarde.

—Quería verte, te extrañaba mucho.

—Ow guapa —pronunció abrazándola una vez más—. Yo también te extrañé mucho.

—¿Por qué no venías al asentamiento?

—Am, estaba enferma.

Dariem cerró la puerta, mientras Narel se dirigía con la niña en brazos hacia la sala.

—¿Estás enferma aún?

—No, ya me siento bien. Mañana mismo iba a ir a verte.

—Me gusta tu casa —le dijo asombrada, mirándola—. Es muy bonita.

—Gracias —sonrió.

—¡Tu televisión es muy grande! —exclamó sorprendida, haciéndola reír.

—¿Quieres ver algo?

—Sí, sí, por favor —pronunció entusiasmada.

Se sentaron ambas en el sofá, y la encendió, colocando un canal infantil. Se había olvidado completamente de Dariem, hasta que sintió que se sentaba en el otro extremo del sofá.

Estuvieron más de media hora viendo caricaturas con Luna, hasta que sin previo aviso, la niña se durmió contra su pecho.

Narel sonrió, y acarició suavemente sus orejitas, sintiendo como ella se aferraba a la camiseta de su pijama.

—Lamento llegar tan tarde, no tenía como avisarte, y Luna quería verte.

—Está bien, no me molesta —sonrió—. Ella es tan linda.

—Sólo contigo porque le agradas.

—¿Por qué dices eso? —le preguntó curiosa.

—Antes de venir aquí, le pedí a una amiga que la cuidara. Cuando llegué, Luna estaba llorando. No la quiere a Rubí, y dijo que ella le había dicho cosas hirientes.

—¿Y no le creíste?

—Me cuesta creer que Rubí haya dicho eso. Ella es tan atenta con Luna. Y sé que la niña se siente celosa.

—Es tu hija, deberías creerle a ella —le recriminó en un tono molesto—. Más si la pequeña estaba llorando, no seas estúpido.

—Okay —sonrió divertido—. No es tampoco para que insultes.

—Me molestan los tipos calientes que se olvidan de las hijas, cuando aparece una mujer a sacudirles la cama.

—Yo no soy así —gruñó frunciendo el ceño.

—Una de las tantas amantes del padre de Camille, le hacía la vida imposible, y su padre tampoco creí en ella. Hasta que la tipa fue descubierta en un video de seguridad, robándole dinero. Si no fuera por ese vídeo, el estúpido hubiese seguido creyendo que Camille era la que le robaba el dinero, y no su amante. Y todo por no escuchar a la hija.

Dariem la observó en silencio, y luego miró a Luna... Quizás Narel tenía razón.

...

Último cap. Por hoy 😘❤

DariemWhere stories live. Discover now