Capítulo XXV - Un Poder Robado

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Leo

— Esto no es bueno. — me dije mientras observaba a Marcus alejarse a toda velocidad entre los edificios.

Mire a mi hermana y su mirada era indescifrable, recobró el control de su arma y sin dudarlo lanzó la flecha que tenía preparada para Ira, una flecha con la punta flameante que fue a parar en el pecho del antiguo quien en cuestión de segundos fue envuelto por las llamas azules. El vampiro cayó al suelo de rodillas con las manos sosteniendo su pecho sus gritos de dolor se asemejaban a los gritos desesperados de Marcus luego de beber su sangre.

No había tiempo, debía cortar la cabeza del antiguo para asegurar su muerte definitiva. A mi espalda llevaba mi espada favorita, no la llevaba conmigo a todos lados por lo pesada que era, además, era una espada tan antigua como la criatura que agonizaba frente a mi. Era una poderosa Claymore forjada con plata consagrada, tenía inscripciones que surcaban la hoja de doble filo con elegancia, la empuñadura era hermosa ennegrecida por los años, con incrustaciones de amatistas. De pequeño me gustaba pensar que era la espada del Rey Arturo, cada vez que la admiraba en la sala de armas de nuestra casa materna en Londres.

Desenvainé y con un solo movimiento, corté la cabeza de Ira, mientras aún las llamas lo rodeaban. Los gritos cesaron.

Selenna saltó de la chimenea donde se encontraba y observó los restos de Ira con asco. Luego miró hacia la dirección en la que había huido Marcus.

— Yo iré tras él. — dijo muy decidida.

— No. Iré yo. — me adelanté y sin esperar respuesta enfundé mi espada y corrí tras él.

Debía encontrarlo yo mismo, no pude evitar recordar la discusión que había tenido con Selenna cuando todo esto comenzó. Ella temía que esto sucediera y sin embargo, a ninguno de los dos se nos ocurrió asesinar a ambos vampiros mientras estaban detenidos en ese momento cuando Marcus tomó la sangre de Ira. Sabía que habíamos faltado a nuestro juramento, y habíamos fallado como miembros de la realeza del Clan de Cazadores, pero algo en mi interior me hacía preguntarme, "¿Acaso es esto realmente traición a la corona? ¿Perdimos el camino que se nos ha enseñado a recorrer desde que tenemos uso de razón? Verdaderamente, ¿Hicimos mal en permitir que Marcus bebiera la sangre de un Antiguo?"

Estas preguntas podían ser fácilmente respondidas por mi padre, El Rey. Sin embargo, yo no estaba dispuesto a enfrentarlo... todavía. La verdad es que la moral en todo este asunto ya no tenía cabida. Marcus no era cualquier vampiro y su reacción lo había demostrado. Él huyó con terror y pena en sus ojos. Nunca en los años que llevo cazando vampiros, vi a uno lucir tan devastado, o demostrar sentimiento alguno, de pena o arrepentimiento.

Corrí sobre los fríos blancos tejados y azoteas en búsqueda de Marcus, tal vez no tuviera su rapidez, pero si era bastante rápido y tenía la destreza de años de práctica.

Luego de unas cuantas manzanas logré divisar una figura negra recortada sobre un hermoso edificio antiguo en ruinas. No pude evitar reír de la ironía. Marcus estaba sentado sobre una de las columnas de lo que quedaba de la catedral de San Nicolás. No podía saltar hasta allí, así que bajé del edificio en donde me había detenido y caminé hasta la entrada de la catedral. Subí escalando los ladrillos y llegué hasta donde se encontraba el vampiro.

— ¿Estás pensando en convertirte a protestante? — pregunté con naturalidad sentándome a su lado.

— ¿Crees que me acepten? — dijo con una media sonrisa sin mirarme. — Mi madre era cristiana católica y mi padre era cristiano ortodoxo. No me preguntes como congeniaron no puedo recordarlo, de existir un Dios, sé que ambos creían en él, supongo que fue eso.

— ¿Y tú crees?

— No tengo idea... — hizo una pausa larga y luego me dirigió una mirada compungida. — Debieron asesinarnos a ambos, Leo. — yo suspire con cansancio.

— ¿Y luego qué, Marcus? Selenna no lo hizo, y ella es la primera que pensé dispararía su flecha, yo ni siquiera lo pensé. No tiene caso, amigo. — lo observé con atención y decidí preguntar con cautela. — ¿Cómo te sientes?

— Como que no necesito alimentarme por unos tres meses más... su sangre es tan... espesa, tan... — suspiró frustrado apretando el puente de su nariz, parecía no saber expresar con palabras lo que deseaba explicar. — Mi cabeza está llena de voces que no reconozco, un sufrimiento que no es mío, y ya tengo bastante con el mío propio. Pero las voces... retumban como un montón de abejas zumbando sin cesar. Es solo un recuerdo, pero lo siento tan presente que creo enloqueceré.

— Oye, pero ¿no es como que ahora puedes leer mentes o si? — el abrió sus ojos de repente y se quedó mirándome. Sentía un nudo en la boca del estómago.

—;No... Si... No lo sé... se siente extraño, es como... Dios, esto es absurdo. Pongamoslo de esta manera, cuando bebes la sangre de alguien puedes conocer a esa persona, es como si su alma quedará expuesta, puedes sentir lo que él siente... Cuando bebí la sangre de Ira, pude ver sus memorias. Fue como si nuestras mentes se hubieran acoplado. Es algo similar, puedo percibir algo en los pensamientos de quienes me rodean, más no puedo escuchar sus voces como tal. A ti no puedo leerte, imagino que aún llevas tu joya de protección.

— Si aún la tengo conmigo. No lo sé Marcus, esto es bastante retorcido. ¿Crees que sea solo un efecto momentáneo o perdurará?

— ¿Como podría saberlo? Nunca conocí un vampiro capaz de tomar la sangre de un Antiguo, eso es... inaceptable.

— Bueno, por algo te dicen El Desterrado. No te caracterizas precisamente por cumplir los mandamientos de tu gente. — le dije en tono divertido. — ¿Te das cuenta de que acabas de matar un Antiguo? Es decir, amigo, estas loco. — Marcus rió y miró hacia el cielo, pensativo. Empezaba a nevar con fuerza y la nieve se arremolinaba entre las formas de la iglesia.

— Leo, yo vi quienes empezaron los rituales. — dijo de repente a esto lo siguió un silencio pesado, permitiendo que sus palabras se asentaran entre ambos.

Marcus me contó todo lo que vió mientras bebía la sangre de Ira. Era algo que ninguno de los tres imaginamos. El Antiguo entre Antiguos, Ambrouse, en nuestros registros asesinado por los Caballeros Templarios. Se dice que era el vampiro más viejo que existía para la época, era Dueño del Aire y un fanático del ocultismo, un sanguinario comparado con la leyenda del Conde Drácula.

Su historia estaba llena de conjeturas inconexas y todo lo que yo sabía hasta ahora acerca de Ambrouse fue a parar a un basurero, ya que se suponía que llevaba muerto mas de 800 años.

— Maldición... de todos Los Antiguos... tenía que ser el más tenebroso. — Marcus rió con amargura.

— Bueno, ya tenemos un nombre, ahora debemos seguir adelante hasta llegar a él.

El Desterrado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora