—¿Acaso alguien podría dudar de mi deseo por ti, yineka mou*? —él se deslizó sobre la cama y sujetó las femeninas caderas con sus rodillas.

—No —ella sonrió.

—Te deseo mucho —dijo él con voz ronca antes de agachar la cabeza y besarla en los labios.

El cuerpo de la joven se arqueó para recibirlo. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había buscado deliberadamente la compañía de un hombre.

Él le sujetó los brazos por encima de la cabeza hasta que estuvo inmóvil y desvalida. No se limitó a besarla, la devoró.

Los jadeos de ella resonaron en la habitación cuando él lamió y succionó un pecho y otro. La lengua inició un camino descendente hacia el ombligo, seguida por las manos que recorrieron cada curva hasta posarse en las caderas. Luego deslizó los pulgares bajo la braguita y presionó con la boca contra el suave montículo, aún cubierto por la prenda de lencería.

Ella no pudo contener un pequeño grito al sentir la sensación eléctrica de la masculina boca sobre el lugar más íntimo, a pesar de que aún no había tocado su piel.

Las manos de él siguieron descendiendo por las piernas, arrastrando la ropa interior con ellas. Al llegar a las rodillas, la desgarró con impaciencia en dos mitades antes de volver con dedos ansiosos a los muslos.

Con suma delicadeza, le separó las piernas y ella empezó a estremecerse violentamente.

—No tengas miedo —murmuró él—. Confía en mí. Quiero darte el más dulce de los placeres.

—Sí. Por favor, sí —suplicó ella.

—Dame tu placer, yineka mou*. Sólo a mí —con un dedo, despejó delicadamente el camino antes de acercar su boca a la maraña de rizos que protegía su zona más sensible.

Ella se arqueó hacia atrás mientras gritaba salvajemente al sentir la lengua de él que se hundía en su interior. Era demasiado. Hacía rato que lo era.

—Qué consentimiento. Qué salvaje. No puedo esperar más para tomarte.

Ella empezó a protestar al ver que él se echaba a un lado, antes de darse cuenta de que se estaba colocando un preservativo.

—Tómame. Hazme tuya —suplicó.

Él cerró los ojos antes de lanzarse al vacío con una fuerte embestida.

____(tn) quedó sin aliento, inmóvil y disfrutando de la sensación de sentirlo dentro.

—¿Te he hecho daño? —él abrió los ojos con evidentes signos de esfuerzo para controlarse.

Ella le acarició una mejilla. Los ojos emitían fuego y fue consciente de lo cerca que estaba de perder el control. Durante unos instantes, ____(tn) se deleitó en su poder.

—No —contestó con dulzura—. No me has hecho daño. Te deseo. Tómame ahora. No te contengas.

Él hizo un último intento por controlarse, pero ella no lo permitió. Rodeando la masculina cintura con sus piernas, arqueó la espalda, acercándolo más a ella. Lo deseaba. Lo necesitaba.

Él se rindió con un gruñido y la atrajo hacia sí. La fuerza, cada vez más rápida y dura la desbordó. Sentía una deliciosa mezcla de dolor erótico y éxtasis sensual. Cielos. Jamás había experimentado nada igual. Era como montar a lomos de un huracán.

—Vámonos —le dijo él al oído—. Tú primero.

Ella obedeció sin protestar y se rindió completamente a su voluntad. El orgasmo estalló, terrorífico y maravilloso al mismo tiempo mientras sus gritos se entremezclaban con los de él.

El hombre se movía cada vez más rápido, y con más fuerza, embistiéndola con salvaje intensidad. Los labios de él se fundieron con los suyos en un casi desesperado intento de amortiguar los gritos que, a pesar de todo, escaparon, duros y masculinos.

De repente se quedó quieto dentro de ella mientras sus caderas temblaban incontroladamente. Le acarició el dulce rostro y los cabellos antes de abrazarla con fuerza mientras le murmuraba al oído palabras que ella no entendía.

Después se hizo a un lado y se soltó del cálido abrazo para deshacerse del preservativo.

Ella esperó con anticipación. ¿Le iba a pedir que se marchara o que pasara la noche con él?

El hombre contestó su pregunta sin formular, tumbándose a su lado y abrazándola de nuevo. Minutos después, la relajada respiración le acarició los rubios cabellos. Se había dormido.

Con cuidado para no despertarlo, ____(tn) apoyó una mejilla en el velludo pecho mientras lo abrazaba por la cintura y aspiraba el masculino aroma de su piel.

Durante un fugaz instante se sintió segura. Aceptada. Incluso querida. Si lo pensaba, era estúpido, pero aquella noche no pensaría. Aquella noche sólo deseaba pertenecer a alguien.

Incluso mientras dormía, él sentía la inquietud de la mujer. La abrazó con más fuerza y ella sonrió mientras cedía al placer de rendirse al sueño.

-Theos:es una palabra griega que significa Dios

-Finesse:es una palabra griega que significa fina,finisima o finura.

-Yineka mou:es una palabra griega que hasta el final no les podre revelar que significa.

Una Aventura ClandestinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora