Acto 17: Un nuevo rumbo

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Entre líneas 1

Ya lo sé, ya lo sé. Podía haberlo relatado anoche, pero las cosas se dieron así. De todas formas, anoche tuve que encargarme de una discusión con "los otros" y la verdad, no quería hacerlo contigo pululando por mi montaña.

Vamos, hay frutos hoy, come. Ah, y prepárate porque ya están despertando y hoy sabrás un poco más de este mundo.

Parte 1

Cuando Octavo abrió los ojos, el gato ya no estaba tirado en el suelo si no al lado de Victra, viéndola silenciosamente. Puede ver la escena con mayor claridad porque, de la manera en que ayer se filtraba la luna, hoy el sol se filtra al interior a través de muchos agujeros.

Octavo se sorprendió, pero pasó a la acción de inmediato. En su caso, eso significa que comenzó a pensar con rapidez mientras medía sus posibilidades en su posición. Lo primero era evitar que Victra despertara, no solo porque tenía mal despertar sino porque la única razón por la que seguiría dormida sería por qué estaba excesivamente cansada como no lo había visto nunca.

Tomó una piedra para tirársela y avisar, pero su mente alzó una bandera roja. Tuvo la pequeña epifanía de como fallaba el tiro y le daba a Victra en la cara, esta se levantaba y lo siguiente era una escena típica de los libros de criminales que había en la biblioteca. Con el terror gravado en los ojos, y un ligero temblor en las manos, soltó la piedra y se agachó para acercarse gateando hasta la bola de plumas.

El gato no parecía haberlo notado en absoluto, cuando Octavo estuvo lo bastante cerca le susurró suavemente.

— Oye.

— ¡¡Gwaa!!

(¡AH! ¿Qué?) A la vez que brincaba espantado y soltaba un maullido, el gato habló sin mover su boca, mirando hacia Octavo mientras respiraba con fuerza.

Octavo comenzó a sacudir las manos, demandando que parara con los exabruptos. Le dio un vistazo a los cabellos plateados de Victra y volvió a mirarlo a sus ojos rojos.

— No-despiertes-a-Victra, por-favor. — Lo dijo muy quedamente, remarcando cada sílaba.

(¿Se llama...? Ah, vale, sí, no, de acuerdo, sí.) El gato siguió su perorata en alta voz, sin alterarse demasiado por las preocupaciones de Octavo.

El clérigo le miró molesto, pensando que estaba siendo muy grosero, y lo alzó para alejarlo.

(Eh, eh, eh. ¡No, no, no!) el gato se quejó más fuertemente cuando Octavo lo tomó, este le puso la mano en la mandíbula, pretendiendo acallarlo. (¿Qué haces? ¡Suéltame!)

Octavo se sorprendió, notando finalmente que no usaba su boca para hablar.

— ¿Solo yo te estoy oyendo?

(Ahora mismo, sí.) El gato le miró mientras hablaba, también dejó de empujar con sus patas la mano delgada del rubio. Aun así, no paró de moverse, tratando de zafarse de Octavo.

— Entonces grita lo que quieras, pero vienes conmigo.

(Joder.) Simplemente se rindió y se quedó colgando, totalmente suspendido en el aire.

Octavo le llevó encima de una piedra y lo confrontó. Sacó el zafiro de la bolsa de cuero negro y se la mostró, preguntando.

— ¿Qué es esto?

(Ah, ¿buena pregunta? Ah, estaba... yo, sí... Am, ¿Cuánto sabes tú?) Tornillo comenzó a removerse incómodo, mirando a Octavo con la cabeza ladeada.

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⏰ Última actualización: Oct 02, 2018 ⏰

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