—Ni yo me di cuenta de que estaba dejando de hacerlo...—notó Lilian.

—Eso es que Derek te trae distraída —canturreó Cloe —. El amor, el amor, el amor es la mejor medicina.

—Créeme, no solo es Derek —ella sonrió de lado por alguna extraña razón.

Quizá estaba así debido a que cada vez reía más junto con sus amigas, o que finalmente alguien compraba sus obras a un excelente precio —alguien anónimo en la página de internet en la que había probado suerte durante años—, a eso podía sumarle que Caroline no había vuelto a traer a ningún hombre borracho a casa, y si lo había hecho, entonces ella no lo había notado porque pasaba más noches en la residencia Osbone que en la suya propia. La vida de Lilian parecía estar entrando en un momento de calma luego de tantas tragedias. Y, al estar tan ocupada disfrutando de momentos de alegría, olvidó tener atracones, vomitar, tomar laxantes o consumir píldoras dietéticas. Olvidó sentir el vacío que normalmente sentía.

Margaret se acercó a ella con la intención de felicitarla, pero al notar una cicatriz descubierta por la tela delgada de la bata, se detuvo. La doctora frunció el entrecejo y le pidió que se sentará en la camilla.

—¿Para qué? —preguntó Lilian.

—Una última revisión —le explicó —. Hay algo que no examinamos antes.

Lilian tomó asiento en la camilla y, como si tener la bata no fuera lo suficientemente incómodo, Margaret removió la tela lo suficiente como para descubrir la gran cantidad de cicatrices en su pecho. La margarita bulímica se sonrojó en ese instante y tuvo que bajar la mirada ante el miedo de estar tan expuesta. Su corazón latía con fuerza mientras que la mirada de la doctora recorría las marcas en su cuerpo, intentando descifrarlas. Quería tanto cubrirse, pero no encontraba el control en sí misma.

—La última vez que nos vimos en este hospital dijiste que te lastimas a ti misma —Margaret palpó una de las cicatrices cerca de la clavícula de Lilian y la inspeccionó con cuidado —. ¿Sigues haciéndolo?

Las margaritas fruncieron el ceño al escuchar aquello. Una vez que Margaret se movió para buscar un algodón con el cuál limpiar las cicatrices, las chicas vieron a lo que se refería la doctora. Lilian no pudo verlas, no tenía la fuerza para hacerlo. No obstante, no le costó saber que sus amigas adivinaron sin problema que aquellas cicatrices no eran lesiones provocadas por ella misma. Eran algo más.

—No me siento para nada cómoda —advirtió, comenzando a respirar extraño.

—Quizá lo mejor es que se cubra —sugirió Sanne, notando que Lilian no se sentía bien en cuanto a tener esas cicatrices al descubierto.

—Sinceramente, Lilian, jamás había visto un caso que se provocara lesiones con fuego —Sanne fue ignorada por la doctora, quien continuó con su chequeo. Cuando Lilian intentó cubrirse, Margaret la detuvo con delicadeza y presionó un algodón con agua oxigenada en su clavícula—, porque esas parecen quemaduras ¿Acaso fumas?

En los ojos de Margaret, Lilian pudo ver cómo esa doctora trataba de analizarla. Un miedo terrible la invadió de pies a cabeza. No podía enterarse de lo que le ocurría, ¡no la quería siendo un estorbo en su vida! ¡No quería decirle la verdad! ¡Ella no debía enterarse!

—¿Me vas a responder? —preguntó Margaret, al obtener tan solo silencio.

—Doctora, creo que lo mejor es no hacerle esa clase de preguntas —Dalia tomó a Margaret por el brazo y la hizo retroceder —. No en este momento.

—Lili, cariño, respira —Ume se acercó hasta ella, notando que estaba entrando en un ataque de pánico.

Si se enteraba de la verdad, ¿qué ocurriría? Si Margaret llegaba a descifrarla mediante los extraños métodos que contaba en sus libros de autoayuda, ¿que podrían hacerle a Caroline? A pesar de todo, y que esas cicatrices fueran básicamente culpa de su madre, ella aún la amaba.

Margaritas || P.E #1Where stories live. Discover now