No podía imaginar qué clase de padres tenía Trinidad que le permitían organizar una fiesta de este nivel, en donde no se tomaba en cuenta que la mayoría éramos menores de edad. Quedaba claro que ellos no estaban presentes y que habían contratado personal para que se encargara de todos los preparativos sin escatimar en gastos ni preocuparse por nimiedades legales. Quizás esta era una forma de intentar compensar su constante ausencia en la vida de su hija, o quizás ni siquiera estaban enterados de los detalles acerca de evento y solo aprobaban a ciegas su presupuesto cada año.

—¡¡Alex!! —gritó Trinidad, apareciendo entre la gente, e intentando hacerse escuchar por sobre la música. Llevaba el cabello recogido en una coleta alta y por los costados le caían mechones de su cabello castaño claro. Vestía una ajustada minifalda plateada y un escotado top blanco de tirantes, que no dejaba demasiado a la imaginación. La vista de Joto la recorría con descaro, pero no podía culparlo, realmente era muy difícil quitarle los ojos de encima. ¡Es que hasta Amelia la miraba!

Welcome! Bienvenidos —dijo saludando a Joto y Amelia con indiferencia y luego se dirigió hacia mí, poniendo sus manos sobre mis hombros y mirándome con mayor detención de lo normal.

Woah, Alex! Te ves... So fucking hot! ¡Gracias por venir! —dijo, y a continuación me envolvió en un apretado abrazo, acompañado de un beso en la mejilla que me rozó levemente la comisura de los labios. Intenté no mostrarme afectado por aquel roce accidental, ni por su halago, ni por su extrema proximidad con tan poca vestimenta, pero estaba resultando realmente difícil.  

—Tú también te ves muy bien... —musité, intentando no pensar mucho en aquello, y le extendí mi regalo, mientras Joto y Ame hacían lo mismo. Nos agradeció con falsa modestia y, mientras nos guiaba hacia el salón principal, escaneé a mi alrededor en busca de alguna señal de Solae.

—Me llevaré sus obsequios para abrirlos más tarde. Mientras tanto coman y beban todo lo que quieran. Siéntanse como en su casa. —nos dijo, como si aquello fuera posible y volteó para irse.

Antes de que se alejara, la llamé tomándola del brazo. Al contacto se detuvo, pero no se giró hacia mí.

—Solae aún no ha llegado. —me dijo seria, adivinando lo que le iba a preguntar—. Ustedes son los primeros de nuestro curso.

—¿Y has sabido algo de Natalia? —le pregunté ahora más de cerca, intentando que me mirara. La ansiedad de que ninguna de las dos apareciera me tenía el estómago apretado.

—Tranquilo Alex, seguro que ya viene en camino. —me respondió mirándome por fin—. Aunque aún no entiendo qué quieres de Natalia. Pensé que solo te gustaba Solae.

—¡Nunca te he dicho que me guste Solae! —repliqué.

—Nunca me lo has negado tampoco. —acusó e intenté hacer memoria para recordar si aquello era verdad—. ¿Ves? ahora tampoco lo estas negando. —agregó al ver que me había quedado en silencio—. Y aún cuando sabes que ella está con Anton y perdidamente enamorada de él, no pierdes las esperanzas. —Luego de una pausa, soltó un largo suspiro—. No te preocupes, Alex. No te culpo, porque yo tampoco pierdo las mías. —dijo sonriéndome con complicidad y se disculpó nuevamente para irse. Por un momento tuve la extraña sensación de que se refería a mí, pero luego recordé que debía referirse al hecho de que su querido Anton estaba enamorado de su mejor amiga.

—¿Problemas en el paraíso? —me preguntó Joto luego de espiar nuestra conversación. En su mano tenía un shot con un líquido azulado, que parecía ser bastante potente—. Quizás deberías enfocar más tus esfuerzos en Trini. Está como quiere, es millonaria, está soltera y se ve mucho más interesada en ti que Solae.

No me conoces, pero soy tu mejor amigo ¡En librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora