━ 𝐗𝐈𝐈: Ha sido un error no matarnos

Start from the beginning
                                    

»También quisiera anunciaros algo, y es que ya he decidido quiénes formarán parte de mi hirð* —añadió. Todos guardaron un silencio sepulcral, a la espera de que la mujer comunicara quiénes tendrían el honor de constituir su séquito personal—. Kaia, Astrid, Torvi, Eivør y Drasil. —Las susodichas se levantaron con la emoción grabada a fuego en sus titilantes pupilas—. Por vuestra lealtad y no menos fidelidad, os nombro mis huscarles* —declaró Lagertha en tono solemne—. ¡Skål!

—¡Skål! —secundaron todos, haciendo chocar sus jarras entre sí.

Tras el discurso de la rubia, que había suscitado un aluvión de felicitaciones a las nuevas hirðkonur*, el jolgorio volvió a apoderarse de la estancia. Los músicos tocaron nuevos acordes con sus preciados instrumentos y los thralls* continuaron sirviendo comida y bebida a los numerosos invitados.

En cuanto su estómago quedó saciado, Lagertha abandonó la mesa en la que había estado reunida con sus compañeras de armas para poder ocupar su sitio en el trono. Sonriendo satisfactoriamente, elevó un poco la falda del largo vestido que ataviaba su cuerpo y se sentó en la portentosa silla de madera, desde la que poseía una vista panorámica de toda la sala.

En tácito acuerdo, Kaia y Torvi fueron tras ella. La primera se arrellanó en uno de los reposabrazos del trono, mientras que la segunda se quedó de pie, con sus grandes y expresivos ojos recorriendo las inmediaciones del aposento.

—¿Ves esto, mi querida amiga? —habló Lagertha al tiempo que alzaba la mirada hacia Kaia, cuyas falanges tamborileaban al ritmo de los kraviklyras* y los stråkharpas*—. ¿Ves lo que hemos conseguido juntas? —prosiguió, cruzando una pierna sobre la otra.

La castaña esbozó una efímera sonrisa.

—Todo esfuerzo tiene su recompensa —contestó.

Lagertha asintió, de acuerdo con sus palabras. Apenas un instante después, ordenó a una de las tantas esclavas que andaban pululando por la zona que les trajera algo de beber. La muchacha, que tendría más o menos la misma edad que Drasil, obedeció sin rechistar, tendiéndoles una jarra de cerveza a cada una.

—Por ti, Lagertha —dijo Torvi, provocando que una nueva sonrisa asomara al semblante de la soberana—. Que los dioses te bendigan con un reinado largo y próspero —apostilló, justo antes de llevarse el recipiente a los labios. Las otras dos mujeres enseguida la imitaron, uniéndose al brindis.

Fue entonces cuando la puerta que daba acceso al exterior se abrió de par en par, revelando las inconfundibles figuras de Ubbe y Sigurd Ragnarsson, quienes, tras varias horas de cautiverio, habían logrado huir de Hedeby.

Casi de forma inmediata, el ambiente bullicioso que hasta ese momento había reinado en el Gran Salón fue sustituido por otro mucho más opresivo y agobiante. La música cesó, al igual que las bromas y las carcajadas, dando paso a un aciago silencio.

Al ver a Lagertha sentada en el trono, los rostros de los recién llegados enrojecieron de la ira.

—¿Dónde está nuestra madre? —exigió saber Ubbe sin ningún ápice de amabilidad en la voz.

Desde su posición en la otra punta de la estancia, Drasil sintió cómo el estómago se le encogía. Intercambió una fugaz mirada con Astrid y Eivør, que lucían igual de soliviantadas que ella, y comenzó a mordisquearse el labio inferior, temiendo la reacción del mayor cuando se enterase de todo lo que había ocurrido en su ausencia.

—Está muerta, Ubbe —respondió Lagertha—. Yo la maté.

El joven retrocedió un paso, consternado.

➀ Yggdrasil | VikingosWhere stories live. Discover now