Capítulo Catorce

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-¿Qué coño me estás contando, Vincenzo?. ¡Joder! ¿Para qué te pago?. Se suponía que eras mi mejor hombre.

No daba crédito a lo que estaba escuchando. Mi padre, mi propio padre, había herido a Adrienna en medio de Milán y Vincenzo no había hecho nada para impedirlo. Estaba hecho una mierda, el sólo hecho de pensar que algo malo le pasara, envolvía mi cuerpo en un miedo que no podía controlar.

-Lo siento, jefe-se excusó Vincenzo-.

-Voy para el hospital ahora mismo y más te vale que ella y el bebé estén bien porque te juro que no atendré a razones si no es así.

Colgué el teléfono cabreado y me fuí hasta el aeropuerto con la intención de coger el primer vuelo que saliese hacía Milán. Era un mafioso extraño, nunca había matado a nadie pero abriría la veda con mi propio padre si Adrienna no salía de esta. Fue un viaje tenso, lleno de temor y largo, demasiado largo. Quería correr a ver a mi mujer, quería abrazarla, ver como estaba, sentir que todo estaba bien y lo que más me fastidiaba es que no podía acelerar el tiempo para hacerlo cuanto antes. La falta de noticias me quemaba por dentro. Empecé a jugar con mis anillos, aquellos que mi madre me había regalado antes de morir y que pertenecían a su familia y unas lágrimas empezaron a recorrer mi rostro. La había perdido a ella y no podía permitirme perder también a Adrienna, a mi hijo, los sueños que habían empezado a hacerse realidad, no debían desvanecerse. Nada tendría sentido si ella no estaba en mi vida endulzándola y alegrándola día tras día.

Cuando llegué al hospital, Gio estaba paseando de un lado a otro hecho una manojo de nervios y totalmente descolocado lo cual me pareció normal. Habíamos ocultado la verdadera identidad de Vincenzo para no tener que darle explicaciones y mi padre la había cagado acuchillando a Adrienna delante de sus narices.

-¿Cómo está?. ¿Está bien?-le pregunté-.

-La están operando, Jace. Yo no sé que decirte. Fue todo tan rápido, tan imprevisible. Tu padre apareció de la nada y Adri se lanzó a cogerlo por el cuello. Al menos fue capaz de darle un puñetazo en toda la cara antes de caerse al suelo. Por suerte Vincenzo, la cogió antes de que se diera de bruces.

-Estoy asustado, Gio.

-Yo también-me dio una palmada en la espalda-.Pero todo saldrá bien porque Adrienna es fuerte. ¿Crees qué sino sobreviviría en un mundo de hombres?.

En eso tuve que darle la razón. Adrienna era fuerte aunque ella pensase todo lo contrario. Me tomé como tres cafés en la máquina del hospital antes de que el doctor saliera a llamarnos.

-¿Usted es?-preguntó el médico-.

-Su marido.

-¿Su marido?. No me digáis que también os habéis casado y yo no estaba enterado-me comentó Gio y se lo agradecí porque contribuyó a relajar un poco el ambiente-.

-No necesito papeles para sentirme como su marido, Gio. Por favor, ¿Cómo está Adrienna?.

-Estable y libre de peligro. Por suerte, la herida no fue todo lo profunda que se esperaba y su bebé está a salvo aunque tendrá que tomar unas pautas de reposo durante al menos un mes.

Respiré profundamente como si con ello pretendiera echar fuera la tensión que tenía dentro.

-¿Puedo verla?.

-Por supuesto. Sígame, lo llevaré hasta su habitación.

Cuando entré y la ví, tan profundamente dormida por efecto de la anestesia, sentí una ola de amor hacia su ser tan grande que no pude controlar que las lágrimas volviesen a aparecer. Me senté a su lado y le cogí la mano. Recordé que le encantaba escucharme silbar mientras trabajaba en su jardín así que empecé a entonar una canción que me recordaba a los pocos momentos felices que había tenido junto a mi padre durante mi infancia. Fue una noche de verano en la que fuímos a una fiesta en el pueblo de mis abuelos. Mi madre bailaba feliz junto a mi padre y yo los observaba embelesado mientras me comía el algodón de azúcar más grande que habían visto mis ojos y escuchaba la alegre canción que sonaba.

-¿Jace?-Adrienna me llamó con voz débil-.

-Estoy aquí contigo, preciosa.

-¿El bebé?. ¿Está bien?.

-Los dos estáis fuera de peligro, dulce Adrienna.

-Pasé tanto miedo por él, Jace-empezó a llorar-. No quería perder a nuestro bebé.

-Ahora estoy aquí para protegeros. Nada malo os pasará.

Le acaricié el pelo mientras escuchaba como lloraba. ¿A esto es a lo que llegan los rencores de un pasado que ya no existe?. ¿A atentar contra la vida de una persona y de un niño que aún no ha conocido el mundo?. Ni en siglos alcanzaría a entender la maldad, la maldad de las peleas familiares, la maldad que envolvía el mundo en el que me movía y que tan a toda costa había querido evitar. Mi familia no podía estar sumida en ese mundo, ellos se merecían la felicidad, llevar una vida segura y libre de preocupaciones y haría lo que fuese para conseguirlo. Quizás hubiese llegado el tiempo de escapar, el tiempo de huir hacia la libertad.

 Quizás hubiese llegado el tiempo de escapar, el tiempo de huir hacia la libertad

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**Jace**

El Jardinero(COMPLETA)Where stories live. Discover now