—¿Qué fiesta? ¿¡No me digas que finalmente te invitaron al TRI!? —saltó Paula incrédula, pero apenas miró mi mamá bajó sus revoluciones—. Digo... ¿Vas a ir al cumpleaños de Tri... Trinidad? —carraspeó, más calmada, sacando unas cuantas galletas de chocolate.

—¡Sí! Eso me estaba contando. Y al parecer irá con su "amiga" Solae. —Paula se abstuvo de vociferar su sorpresa, mirándome con los ojos y la boca bien abiertos. Sacudí mi mano a modo de señal para que no hiciera comentarios.

—Sí. Solae irá a la fiesta. Pero eso no significa que yo vaya con ella como pareja. —aclaré.

—Detalles. —comentó mi madre—. Lo importante es que esta vez te espabiles y la beses antes que ese otro chico te la termine de quitar por completo. —Los ojos de Paula parecían hacer esfuerzos por abrirse más allá de lo humanamente posible. Hasta podía escuchar «Exijo que me cuentes de qué mierda están hablando».

—Demasiado tarde para tus consejos... Anton ya es el novio de Solae.  —dije sin mirarlas.

—Detalles. —repitió, sonriendo complacida y Paula ya no se aguantó más.

—¿¡Le admitiste a la mamá que te gusta Solae, pero a mí no!? —preguntó Paula ofendida.

—¡No he admitido nada y ya basta de Solae! —me levanté golpeando la mesa, intentando no mostrarme nervioso. Cogí la taza para tomarme mi resto de café y me dirigí hacia el lavaplatos.

—Paulita. ¿Por qué no acompañas a tu hermano a comprarse ropa para la fiesta? Un corte de pelo de esos que están de moda, tampoco le vendría mal. Les dejaré dinero para que tú también te compres alguna cosita. —Al girarme vi cómo el rostro de mi hermana se iluminaba, para volver a ensombrecerse de manera casi instantánea.

—¿Mamá, realmente crees que Alex va a aceptar ir de compras conmigo? —comentó abatida.

Recordé la mención de Joto y Ame sobre que yo era algo popular, pero definitivamente aquello no aplicaba a mi estilo en el vestir, ya que en el colegio todos usábamos el mismo uniforme. Ir a una fiesta sería algo totalmente distinto y no recordaba tener nada que me sirviera para la ocasión.  Recordé la ropa de Anton y en cómo Solae se había quedado mirándolo embobada...

—No me vendría mal comprarme algo de ropa... —admití con la cabeza gacha, después de terminar de lavar mi taza. Y me fui a sentar, con un nuevo café.

—¿¡En serio!? —me preguntó Paula sorprendida. Pude ver cómo mi madre sonreía a mis expensas, mientras juntaba ambas manos ilusionada, como si por fin se le acabara de cumplir un deseo. Yo, por mi parte, asentía resignado.

Terminamos el desayuno familiar, que a pesar de todas esas recriminaciones y revelaciones que hubiese preferido no recibir, fue el más agradable que había tenido en años. Mi mamá recordaba a Solae y a pesar de sus ausencias eternas y su aparente descuido, sí estaba preocupada (a su manera muy especial) por nosotros dos. Tan en armonía estábamos, que hasta me ofrecí a recoger y lavar las cosas, lo que causó varias bromas de parte de ambas.

—Yo ahora me tengo que ir, mis amores —nos dijo mi mamá ya camino a la puerta y luego se acercó a darme uno de sus abrazos efusivos que incluían besos hostigosos, de esos que le dan las abuelas a sus nietos—. Espero que todo salga bien en tu fiesta. Juégatela por esa niña, que siempre me ha gustado para ti. —agregó apretándome contra ella. Esta vez, en vez de rechazarla, decidí dejarla ser.

—Gracias, Má... —le dije, abrazándola brevemente de vuelta, esperando sinceramente que sus buenas vibras y deseos me ayudaran a superar el gran día que se venía por delante.


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¡Un abrazo, y hasta el miércoles!

Historia publicada en papel por Penguin Random House

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