Abismo maravilloso

318 23 11
                                    


Bill me dejó esperando sentada en un pequeño banquito que tenía el patio trasero de su casa formado por un pequeño cúmulo de rocas bien apiladas que parecían ser parte de la sala de espera más acogedora en la que había estado.

Frente a mí se encontraba el respaldar del enorme hogar de los Hansson, pintado de un blanco reluciente y decorado con elegantes cortinas beige. Justo después de aceptar su ayuda la idea de pasar a su casa nuevamente me puso los pelos de punta, pero pude respirar con enorme alivio cuando nos dirigimos por el garaje hacia el pequeño patio detrás de su casa.

Una singular sensación me recorrió entonces, como un recuerdo lejano de haber divisado lo mismo anteriormente. Aquel pequeño espacio estaba rodeado por una alta cerca de madera que me llegaba hasta los hombros. Algunos objetos desgastados y llenos de polvo se encontraban desordenados al pie de la cerca, donde pude divisar entre tanto, juguetes viejos y hasta sillas de comedor carcomidas por las polillas. De las pocas porciones de césped que quedaban la mayoría eran una mezcla entre abolladura de paja y grass seco, pero lo que más había llamado mi atención era un viejo y alto árbol del tamaño exacto de la casa que a pesar de tener demasiado tiempo parecía ser el único rastro de que alguna vez hubo un bonito jardín allí.

Bill reapareció entre mis ojos con una bolsa de hielo y la colocó delicadamente sobre mi muñeca. Sus dedos examinaron cuidadosamente mi pálido brazo en busca de alguna otra anomalía, pero rápidamente descartó algún otro enrojecimiento.

-Creo que pensaba dar esa patada antes del 2020 -murmuré.

-Se merecía mucho más -habló él -Lo que te dijo no me gustó para nada.

-Qué. ¿Crees que lo decía en serio?

Bill frunció el ceño mientras continuaba ensimismado en mi muñeca como si de una cirugía se tratara.

-Algo en él no me hace mucha gracia.

-A nadie le hace gracia desde que cambió de amigos y ahora no puede evitar embriagarse antes del fin de semana.

-Me refiero a que tiene una actitud... familiar -habló casi para sí mismo.

Tomé la bolsa de hielo de sus manos para hacerme cargo.

Bill se puso de pie y se perdió de mi vista mientras yo le hechaba un vistazo al colorete de mi piel. Intenté hacer un puño con la mano y sentí que aún esta me temblaba. Me recordé con enojo que tendría que cubrirla por el tiempo en que tardara en sanar, pero me reproché con más enojo el no haber hecho algo al respecto en ese momento.

Algo cayó al piso y mis ojos encontraron a Bill removiendo los objetos viejos. Sus labios se apretaban cada vez que llevaba algo pesado de un lugar al otro y los músculos de sus brazos podían verse a través de su camisa contrayéndose por el esfuerzo. Todo para abrirse un espacio al pie de la pared posterior de la casa.

-Se supone que estos tenían flores, según mi tío antes de mudarme aquí -dijo antes de pasarse el dorso de la mano para quitarse el cabello de la frente.

-Las había, antes de que la señora Hansson dijera que atraían muchos insectos -comenté escarbando con la punta de mi zapato la tierra húmeda.

-No se como has lidiado con ella tanto tiempo -sonrió roncamente-Y es mi tía.

-Esa es la cruel diferencia -ladeé la cabeza.

Lo vi continuar moviendo los objetos pesados con curiosidad.

-Qué estas tramando -inquirí.

-Es una buena pregunta -sonrió-Ya que no tenemos un bonito jardín, se me ocurrió algo diferente.

Cuando caiga la luna. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora