Capítulo 26

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¡Maldita sea! ¡Ese cretino infeliz! Desde mi lugar observo cómo ese desgraciado sube a Evan al caballo, luego gira y escapa a toda velocidad, no puedo quedarme quieto, no puedo, ese infeliz no se lo va a llevar, ¡Se lo está robando!


– ¡Se lo está robando! – grito para ir directamente a mi camioneta, no voy a permitir que ese sujeto se salga con la suya, no lo permitiré. Por los nervios que llevo encima tiro las llaves al pasto, esto me quita tiempo – ¡Maldición! – grito desesperado, luego de ello abro la portezuela y enciendo el vehículo, meto la reversa, giro el volante y piso el acelerador, no debo perder más valioso tiempo. Voy a toda prisa, ya no logro vislumbrarlos, atravieso el campo de futbol sin importarme si estoy maltratándolo o no, solo deseo darles alcance. Acelero aún más y siento como mi vehículo se hace pesado, quizá por el lodo que se forma gracias a las llantas, sigo pisando el pedal, salgo al camino real y levanto una polvareda, ese miserable, está jugando sucio y no dejaré que dañe a Evan.


El camino es de terracería, las piedrillas se levantan alocadas golpeando la lámina de mi camioneta, tengo que alcanzarlos, tengo que alcanzarlos, es un delito lo que está haciendo ese hombre, está secuestrando al chico que me interesa y si le hace algo que dañe su integridad no me tentaré el corazón para refundirlo en la cárcel, aunque en estos precisos momentos siento unas enormes ganas de golpearlo hasta cansarme. Trato de visualizar al frente, muevo la cabeza de un lado a otro intentando captar la imagen de esos dos, sin embargo mis intentos resultan infructuosos, nada, ese estúpido tuvo tiempo suficiente para alejarse, cuando más desesperado estaba mis ojos contemplaron lo que me interesaba, ahí, en medio del campo, el caballo con Evan a cuestas, yo voy desde el camino, ellos van abajo, tendría que aventarme por una barranca para llegar a ellos, intuyo que ese cretino me vio desde lo lejos porque el equino volvió a apretar el paso lo que los llevó a irse aún más lejos. Detengo mi vehículo, lo único que estoy haciendo es subir hacia el cerro, de continuar será en vano porque me alejaré más de ellos. Lleno de rabia, de impotencia y con la moral destruida por mi intento fallido, bajo de mi auto y desde el filo de la vereda grito...


– ¡Te voy a cobrar esto infeliz! ¡Pobre de ti como le hagas algo a Evan! – el muy miserable sigue a todo galope y yo lo único que puedo hacer es lanzar patadas a todo lo que se me atraviese por el frente, me arrebataron a Evan frente a mi nariz, y lo peor de todo es que nada pude hacer por detenerlo, no pude evitar que ese hombre se lo robara, pero cumpliré mi palabra, le he de cobrar esta rabia que siento por dentro, le ha de costar muy caro lo que hizo y el que se haya llevado al muchacho del que estoy enamorado, le pesará como no tiene una idea, a partir de este momento, después del hombre que asesinó a mi mujer, este sujeto se ha convertido en el enemigo más detestable que tengo, juro que le haré sentir en carne propia el coraje que estoy sintiendo – ¡Te lo juro! – vuelvo a gritar desesperado a sabiendas que ya no me escucha pero como parte del coraje que experimento justo ahora.



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En cuanto escuché a ese señor gritar salí disparado de la casa de Eva con N al final, no creo haber escuchado mal, dijo 'Se lo está robando', al estar afuera veo como un caballo se va a toda prisa y el tipo ese con cara de pocos amigos va corriendo a su camioneta, sin saber exactamente qué pasa pero imaginando que no era algo bueno me acerco disparado hasta el lugar donde dejamos los coches estacionados, frente a la escuelita esa, cuando llego, el hombre ese se había marchado a toda velocidad, le metió el acelerador hasta el fondo, es cuando empiezo a comprender que algo malo pasó con Evan. Rebusco en mi bolsillo, encuentro las llaves de mi coche y de inmediato sigo a ese tipo, algo no me agrada y no quiero estar ignorante de lo que acaba de ocurrir.

Una Eva y tres patanesWhere stories live. Discover now