Capítulo especial: La vida de Joseph (parte 2)

1.6K 242 74
                                    



Estoy caminando con los inclementes rayos del sol masacrándome como condenado, cargando a este perro que ya dos veces tuvo que hacer popó y por su culpa tuvimos que salir corriendo porque los proambientalistas me tiraron bronca por dejar las heces en el parque y frente a un iglesia, definitivamente estas vacaciones han sido una pesadilla y eso que solo ha pasado un día, quisiera estar en el lugar de Evan, seguro que ahorita debe estar pasándola genial, dándole arroz a sus pollos y recogiendo limones de su huerta, ¡Quién me manda a venir! ¡Quién me manda! Niego con la cabeza y sigo rumbo a la capilla del amor, debo encontrar pistas para dar con los secuestradores de Anaís, pero ya me cansé, ¿y si dejo que la maten? Total, al final de cuentas ella ya vivió, como sea no se pierde nada de este mundo, es más, la quito de sufrir con tanta hambruna, guerras y revisiones anónimas en Facebook, no, no, debo dejar de pensar esas cosas, si Anaís estuviera en mi lugar... bueno, no haré lo que ella haría porque seguro que nada bueno saco de esto.

Cansado, sudoroso y apestoso por una noche de copas y no sé cuántos desmanes más, llego a mi destino, ahora mismo me doy cuenta que por andar cargando a este perrillo y no atender mi nuevo súper tatuaje, en honor al amor de mi vida que dicho sea de paso no conozco aún, me arde horrible mi bracito, no sé ni qué voy a decir cuando me van esta cosa, ni modo que les diga que me tatué el nombre de un desconocido que es mi marido, es una locura pero es la verdad, en fin, camino y arribo a la entrada de ese lugar.


– La capilla del amor – leo el letrero, gracias a las indicaciones del pelón del antro llegué, esto parece una tienda de abarrotes más que una capilla, identifico que es el lugar solo porque en la parte de afuera lo dice, es un local de cuatro por cuatro, pintado de blanco y unas sillas puestas frente a un escritorio, detrás del escritorio hay un corazón hecho con unicel y en forma de cisnes haciendo un corazón, lo más ridículo, de mal gusto y corriente que he visto, pero aquí fue donde me casé – Juro que no volveré a venir con Anaís, lo juro – camino hacia donde una señora trapea animosamente – Buen día – saludo tocando con mi mano libre mi cabeza que me punza.

– Buen día ¿En qué le puedo servir? – La señora, madura a mi parecer se incorpora de su labor y me mira – ¡Ay pero si eres tú! – me dice y se acerca a darme la mano, ¿soy yo?

– Sí, este, hola... ¿La conozco? – le pregunto con duda, no sé quién es pero al parecer ella sí sabe quién soy yo.

– ¡Pero claro que sí! Eres la Locatrevi – ¡Ay no puede ser! ¡Trágame y vomítame y vuélveme a tragar tierra!

– No, este, no señora, usted me confunde – le sonrío, me haré el loco, total, casi siempre lo hago, maldito alcohol.

– No, no, nunca olvido a la gente, y tú anoche viniste a casarte con el Beto, lo recuerdo, iban con prisa porque tenían una cita con un tal Ruso, ¿Por cierto qué tal les fue?

– Señora mía, creo que usted me confunde – odio mi vida, quiero llorar.

– No, que eres tu Locatrevi y tú ahora marido el Beto, mira, tengo esto que grabaron anoche – por el miedo aprieto al perro contra mi pecho y este lanza un chillido lo que me hace soltarlo de golpe, lo bueno es que cayó en cuatro patas.

– ¡Ay bicho! Mira lo que haces – lo reprendo, cono no tiene nombre decidí llamarlo 'bicho' de eso a perro, pues este es más elaborado. En fin ahora me da miedo lo que me vaya a mostrar esta señora – ¿Un video mío? – pregunto con la esperanza que me diga que estaba bromeando.

– Sí, mira, aquí estás sobre la mesa...



Una Eva y tres patanesWhere stories live. Discover now