Capítulo 1.

104 5 0
                                    

El agua del río estaba demasiado fría, incluso para un muerto como yo. Tenía ganas de nadar, es algo que siempre me ha despejado pero había tenido tantas emociones juntas en nada de tiempo que me resultaba imposible. El agua no despeinaba ni ensuciaba mi pelo, algo bueno de ser un espíritu, supongo. No sabía donde ir, no sabía como actuar, pero finalmente decidí salir del río e ir a sentarme bajo un árbol a pensar y aclarar la situación:

1- No se como pero he muerto y ahora soy un espíritu.

2- Estar muerto es guay porque no te despeinas ni te ensucias.

3- ¿Que se supone que debo hacer ahora?¿Como hago para ir a donde se supone que van todas las almas?

Las preguntas se acumulaban en mi cabeza y yo solo quería dormir. Dormir y salir de lo que se supone que es esto.

Me levanté y fui camino a casa. El viento cada vez era más fuerte y empezaba a oler a lluvia. Se avecinaba tormenta. En cuanto llegué me di cuenta de que las luces estaban encendidas y era raro, a esa hora mis padres solían estar durmiendo. No tenía llaves y no me atrevía a llamar al timbre por lo que entré por la ventana de la cocina, que estaba abierta. Caminé dirección al salón y allí estaba mi madre, sentada en el sofá, llorando con el teléfono en la mano. Me senté a su lado, la abracé y le dije que pasase lo que pasase, todo se solucionaría pero al darme cuenta de que no me hacía caso caí en que lloraba por mí. Lloraba mi muerte y eso me destrozaba. No podía hacer nada para demostrarle que estaba bien, en un estado un tanto extraño, pero bien. Papá no estaba ahí, cosa que me extrañó mucho, siempre han sido un matrimonio muy unido. Me levanté y acaricié la cara de mamá. Fui directa a la habitación de mis padres a ver si estaba ahí mi padre, pero nada. En la mesita de noche había varias hojas de papel y un bolígrafo, donde papá solía escribir sus historias de miedo, y no se por qué, decidí escribir: "Estoy bien. Os querré siempre, esté donde esté. Taylor." Me parecía demasiado telegráfico pero era suficiente. En cuanto iba a salir de la habitación escuché a alguien subir las escaleras. Era mamá yendo a la habitación, por lo que decidí dejar el papel más a la vista y ver cómo reaccionaba a ello. En cuanto lo leyó, se puso a llorar de nuevo, susurrando algo similar a "ojalá estés bien, donde sea que estés, amor." No soportaba ver aquella escena y fui a mi habitación a dormir.

La cama estaba deshecha, tal y como la dejé antes de irme. En la mesa había un muñeco de peluche sin ojos y debajo de él, mi mejor amiga, una cuchilla. Ella siempre había estado ahí cuando necesitaba saber que estaba viva, pero ahora mismo no podría ayudarme en nada. El ordenador estaba encendido y podía observar mi fondo de escritorio de Oasis, uno de mis grupos favoritos, dejando un destello de luz que a aquellas horas de la noche era cegador. Finalmente, me metí en mi cama, estaba fría y el colchón más cómodo que de costumbre. Estar muerta cansa mucho y en seguida caí dormida.

Cuando me desperté estaba en un lugar extraño. Era oscuro, sin vegetación y hacía frío. Olía raro, como a azufre. Me levanté y empecé a caminar, perdida, sin rumbo, pero a la vez con ganas de averiguar donde me encontraba. Estuve andando alrededor de dos horas hasta que llegué a un lugar que parecía un castillo. Era tan alto que la vista me impedía ver donde terminaban las torres y estaba construido con una extraña piedra gris. No tenía ventanas ni puertas, aparentemente, pero decidí rodearlo a ver si encontraba alguna entrada. Empecé por la fachada lateral izquierda y tampoco parecía no haber nada, pero según me acercaba al final de la pared se empezaban a escuchar gritos y el olor a azufre era más fuerte. En cuanto llegué al final pude ver como detrás de ese castillo que parecía estar en medio de la nada había una especie de colonia de esclavos. Caía lava por las paredes, las casas eran pequeñas, la mitad medio destruídas, y la gente era tan delgada que parecía que se iban a caer de un momento a otro. Todos ellos estaban amarrados a unas cadenas y llevaban troncos y objetos al interior del castillo. 

-Tú! -me gritó una voz ronca- ¿Quién eres y como has llegado aquí?

En cuanto me giré para ver quien era, un grupo de personas con armaduras me rodearon. Tenían la cara quemada y a la mayoría de ellos les faltaba alguna extremidad. Tenía miedo y empecé a gritar, pero antes de que pudiera moverme me ataron los brazos y me llevaron dentro del castillo, ante un hombre sentado en un trono. El castillo por dentro no parecía tan grande y la única decoración que tenía era una lámpara de araña que colgaba del alto techo, que a la vez servía para iluminar toda la sala. El hombre era alto y delgado pero con aires de tener fuerza y poderío. Poseía una tez pálida y el pelo negro, largo, y el flequillo le tapaba uno de los ojos. Iba vestido con una capa negra y llevaba una corona de rosas, con espinas incluidas. En cierta parte me recordó a Ben.

-Vaya, aquí tenemos a la dulce Taylor-dijo con voz dulce-, hace mil que no te veía, ¿que tal sienta estar muerta?

-¿Quién se supone que eres?¿Dónde estoy?-le grité.

-¿Que más da eso? Estás muerta, tampoco tienes otro sitio donde ir.

La luz del sol empezó a entrar por la ventana y entonces me desperté y me di cuenta de que todo aquello había sido una especie de sueño, un sueño demasiado real.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Mar 01, 2015 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Padre, ¿me echaste de menos?Where stories live. Discover now