Introducción.

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Era de noche. Se escuchaba el sonido del río cercano y de unas ambulancias pero aquello no me importaba. No mientras él esté aquí, conmigo. Nunca he sido una chica muy habladora pero mientras estábamos abrazados, apoyados contra un solitario árbol, le pregunté si recordaba cuando nos conocimos.

Por aquel entonces solía ser una chica depresiva. Bueno, probablemente lo siga siendo. Realmente, siempre me he sentido muerta desde que tengo uso de razón.  Adoro vestir de negro, llevar chaquetas de cuero y maquillarme los ojos de ese color. Llevo el pelo rubio, liso y largo. Todo a juego con mi personalidad. El día que le conocí estaba en el patio del instituto, sola, escondida en la parte trasera mientras me fumaba un cigarro. Estaba tranquila, pensando en mis asuntos, como de costumbre y de repente noté que alguien me tocaba el hombro. Pensé que debía ser algún profesor que me había pillado fumando y me importaba poco, sinceramente. "Ojalá me expulsen y deje de estar en esta mierda de sitio", pensé. Pero a mi pesar estaba equivocada. Era un chico atractivo, alto y delgado, con el pelo negro y los ojos grises. La palidez de su piel me llamó la atención, quizá debía estar enfermo, pero no le di importancia al ver que llevaba una camiseta de Nirvana. Pensaba que era la única persona en toda la ciudad que les amaba a muerte pero fíjate, resulta que no.

- ¿Qué haces aquí? -me preguntó-, me parece extraño que alguien como tú no esté con sus amigas o su novio pasando un buen rato y olvidándose de que están en este tipo de cárcel.

-No tengo - respondí secamente -, nunca se me ha dado bien relacionarme con la gente.

-Con lo borde que eres, normal - me dijo sonriendome.

Y dos meses después aquí nos encontramos. Ben, mi primer amigo y a la vez mi primer novio y yo, Taylor. Siempre he odiado a las parejas felices y que yo sea la mitad de una de ellas me encanta y me produce nauseas a la vez.

El sonido de las ambulancias seguía presente.

Mi chico me cogió de la mano y me pidió que le siguiera y así lo hice. Primero, cruzamos aquel puente y el sonido de las ambulancias y del río se hacía cada vez más fuerte. Bajamos una escalera y podía notar una suave brisa moviéndome el pelo suavemente. No sabía exactamente donde estábamos, pero parecían las afueras del pueblo. Ben se sentó cuidadosamente en la hierba y yo hice lo mismo. Nos empezamos a besar y él se tumbó encima mío. Se quitó la camiseta y metió su mano dentro de mi pantalón. Empezó a mover delicadamente sus dedos y sin pensarlo le pedí más. En cuanto me di cuenta de lo que estaba haciendo me puse a gritar y quise salir corriendo pero Ben me lo impidió. Yo estaba llorando y el me obligó a hacerlo. Sentía un dolor profundo que me partía en dos. Nunca pensé que sería capaz de hacer aquello ese chico tan genial del que me había enamorado.

En cuanto acabó aquella pesadilla, él se fue corriendo y yo, como no sabía donde estaba, me puse de pie, aún con lágrimas en los ojos, y me di cuenta de que estaba rodeada de ambulancias. No sabía que pasaba por lo que fui a preguntar a uno de los camilleros. Nada, no me hacían caso. ¿Que ocurría? ¿Acaso soy invisible o algo? Y entonces me fijé en la camilla. Ahí estaba mi cuerpo, con los ojos cerrados, pálido, frío. Muerta. Estaba muerta.

No sabía que hacer, ¿soy un espíritu?, ¿un fantasma?, ¿qué coño soy? Me sentí llena de rabia e impotencia y me fijé en que ahí estaba el río, e impulsivamente, salí corriendo y me lancé en él.

Padre, ¿me echaste de menos?Where stories live. Discover now