—No —dijo de mala gana. —Es sólo que... no sé, no podía llegar y decir "oye, mirá estoy de vuelta", vemos una peli o jueguemos algún estúpido vídeo juego".

—¿Por qué no?

—No lo sé Nacho —respondió aún de peor humor. Sonreí y fue mi turno de empujar su pierna con la mía. Él no había cambiado mucho después de todo. —Mira, un nuevo muchacho. Lo sumamos a nosotros.

—¿Nosotros? —consulté extrañado. Él me miró con sorpresa. —Ha pasado mucho tiempo Nano.

—¿Qué quieres decir? ¿Que ahora ya tienes otros amigos y no te juntarás conmigo? —me encogí de hombros. —Ni tú te crees eso. Apuesto que desde que me fui has sido más solitario que cuando estaba a tu lado. Yo soy tu todo.

—Idiota —dije de mala gana porque él tenía razón. Tenía conocidos y todo eso, pero un amigo como Nano no había vuelto a tener y eso me ponía de malhumor, más aún porque él lo sabía.

El alboroto por el regreso de Nano se vio opacado primero por la llegada a nuestro curso del nuevo chico llamado Rocco del que dudábamos si podía hablar o solo era un antisocial. Luego por la incorporación del nuevo profesor de Filosofía quien aparentemente era "de lo más sexy" según todas la muchachas de mi curso y finalmente por la llegada de una alumna a quinto año: Piera Di Girólamo. Tardé un poco en enterarme que esos tres sujetos eran hermanos, para ese entonces sólo tenía ojos para la chica quien, a pesar de ser linda, era una locura de persona. No tardó mucho en hacerse famosa y tenernos a todos babeando por ella.

Durante primer recreo de ese día, nos reunimos con algunos muchachos de mi curso y observamos a la muchacha lo más que pudimos. Ella ni siquiera se dio por aludida, estaba realmente absorta en sus pensamientos y eso la hacía aún más atractiva.

—Yo creo que sería un buen candidato para ella —aseguró Nano con una arrogancia que me resultaba desconocida.

—Explícame cómo un chico de 14 años podría conquistar a semejante mujer —reté con un tono de burla en mi voz. Muy por el contrario a lo que esperaba de Nano, me miró orgulloso y se acercó a mi oído.

—Tengo 15 años y sólo para que lo sepas ya no soy virgen, tengo mucha experiencia ¿tú puedes decir lo mismo?

Me aparté de él y lo miré espantando. ¿Él estaba hablando en serio? Rió fuerte y volvió a la charla con los demás muchachos de cómo harían para acercarse a ella.

¿Era verdad que él ya había estado con alguien alguna vez? Quiero decir, no es cómo si yo no hubiera sentido esos deseos adolescentes de querer estar con alguien. Pero aún era muy joven, eso sin contar que en mi familia me habían enseñado a respetar a las mujeres y esperar hasta una edad prudente. Pero ahora Nano salía con semejante noticia y yo simplemente no lo podía creer. ¿Dónde había estado todo ese tiempo? ¿No estaba en algún campo alejado de todo? Seguramente él estaba mintiendo.

Cuando finalizamos el primer día de clases Nano se pegó a mí y no dejó de hablar de idioteces hasta que llegamos a la puerta de mi casa. Allí miró incómodo por encima de mi hombro en busca de mi familia hasta que con una gran sonrisa lo invité a pasar.

—Mamá... llegamos —avisé dejando mis cosas en el sofá de la sala. Podía oírla en la cocina y se sentía nítido el aroma al almuerzo del día: Pollo asado con papas.

—¿Llegamos? —consultó con extrañeza desde la otra habitación. Nunca llevaba a nadie a casa. Nano había sido el primer y único amigo que había invitado. —Gigi dijiste que no vendrías hasta tarde —se extrañó viéndonos entrar. Por supuesto Gigi, mi hermana, no hubiera llegado conmigo aunque no tuviera nada que hacer. Ella estaba en el último año y no se relacionaba con mocosos como yo.

No NameWhere stories live. Discover now