capítulo 1

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Esther

Las lágrimas escapaban, inadvertidamente, por mis enrojecidas mejillas que expresaban esos gritos ahogados, en mi alma. Mi madre, entro sigilosamente a mi cuarto y acarició mi espalda por unos segundos, quería recordarme que incipientemente tendríamos que irnos de España para quitarnos "la deshonra" que traje a nuestra familia.

-Esther, debes empezar a empacar- decía mi madre con la voz entre cortada, quizá por el impacto de mis acciones, o por el de ver a mi padre gritándome cómo nunca-Comprende, que aún sin obedecerme nos iremos, no importa que llegues a México con lo puesto.

En ese momento reaccione- ¿México?- exclame exaltada. Fue en ese momento en el que me di cuenta de que esto iba más allá de un pleito con mi papá, que nunca más tendría mi corazón completo, nunca vería otra vez a mi amado Luis; sólo pude abrazar entre mis dedos aquella medalla de la Virgen que, mi querido, me había regalado como muestra de su cariño.

Llegamos a México, el dolor seguía en mi pecho y gotas de tristeza, visitaban mis lagrimales por las noches; pero el tiempo paso, me case y forme una familia, jamás amando como antes, intentando ganarme de nuevo la confianza de mi padre, sin poder lograrlo. Esa familia fue creciendo y dejándome sola, todos ellos crecían y se iban, a excepción de mi nieta más pequeña, Alejandra, que ahora ya era una mujer muy fuerte.

Quizá por sentirme incompleta, yo sé que no es excusa, pero definitivamente algo hice para que el padre de esa bella niña, Alejandra, se alejará de mí y fuese tan duro con mi nieta. Cuando Alejandra estaba a punto de entrar a la universidad, los dos tuvieron un pleito grande por una tontería de ideales, por lo que ella se mudó conmigo y me hizo muy feliz a pesar de la situación; la sentía triste por su padre, pero disfrutaba su compañía como las flores disfrutan de la lluvia en primavera, ella le daba vida a éste lugar.

Mas la alegría nos duró poco, mi pobre niña lo tuvo que sufrir, yo caí enferma y lo único que pude dejarle antes de dejar éste mundo, fueron mis ahorros para pagar su escuela y mi preciada medalla de la Virgen. Ella tuvo que despedirse de mí, pero yo prácticamente no pude hacerlo con ella, quien iría a mi país natal a estudiar por azares del destino, para darle el último adiós le escribí una carta:

"Mi querida niña:

Dejó en el mundo de los vivos a mis seres más preciados Alejandra mi dulce niña, Rogelio mi guerrero, y Luis mi eterno amado.

Alejandra cuando encuentres esta carta, espero que ya sepas lo del dinero para tu universidad, pero quiero pedirte un último favor, muchas veces te conté sobre mi historia con Luis Arteaga, a quien tuve que dejar en España por venir a México, y que mi familia jamás me dejo tener comunicación con él.

Búscalo y cuando lo hagas dile que fallecí, pero jamás dejé de amarlo, y llévale la carta que jamás pude enviarle, está en el cajón de mi buró.

Te quiero mi niña y sé que serás muy exitosa en tu carrera de gastronomía.

Atte. Tu abuelita que te adora, Esther"

- ¿cómo se le ocurre irse y dejarme toda esta responsabilidad?- preguntaba muy angustiada mi niña, Alejandra, al terminar de leer mi carta – me siento tan sola en éste momento – dijo ya con lágrimas, que corrieron por su rostro hasta que se quedó dormida.



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Alejandra, en multimedia del final, Esther en el encabezado 

Una medalla de amorWhere stories live. Discover now