29. Número desconocido (segunda parte)

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—No seas idiota —dijo, poniendo su mano sobre el sobre para que dejara de revisarlo—. Solo quiero hacerte un favor y ayudarte con Solae.

—¿Entonces sí estás admitiendo que sientes algo por Anton? —No iba a permitir que Trinidad desviara la conversación en mi contra.

—No estoy admitiendo nada —saltó. Quizás solo estoy de acuerdo contigo en que Anton y Solae no son la pareja ideal. —dijo, cruzándose de piernas hacia el otro lado.

—No tan linda como serían Anton y tú, ¿verdad? —insistí

Shut the fuck up! ¡No puedes juzgarme, Alex! ¡Tú menos que nadie! —dijo volviéndose hacia mí, mientras presionaba un dedo acusador contra mi pecho—. Estoy convencida de tus intenciones con Solae, lo niegues o no.

—¡Bah! Creí que te excusarías diciendo que estabas preocupada de que Anton pudiese aprovecharse de tu amiga. Pero parece que la que se quiere aprovechar de él eres tú. —dije sonriendo, y casi pude asegurar que se sonrojó.

—¿No estás tentando demasiado tu suerte, Alex? ¿Sabes que aún puedo bloquear tu tarjeta de ingreso, right?

—¡No, no, no! —gesticulé con mis manos—. Está bien, te ayudaré en lo que necesites.

—Ya te dije que soy yo la que te ayudará a ti. ¿Sabes que Anton ya reservó una de las suite para «you know what» con Solae? —Resaltó este «ya sabes qué» con sus manos.

—¿Que qué? —pregunté exaltado. Debí haberlo sospechado desde el día de la pelea, pero no esperaba que además fuera tan descarado de planificarlo con reserva—. ¿Es que tu casa es una especie de motel? —reclamé.

—Alex, ¿Estás seguro que sabes a qué vas a mi fiesta? Algo me dice que eres demasiado mojigato para ir. —Me sonrojé molesto. No era un santurrón. Solo algo reservado.

—Claro que lo sé. Solo que me confirmes lo que ya me imaginaba es un poco...

—No te preocupes. Trataremos de hacer lo necesario para que no llegue a suceder. ¿Quedamos de acuerdo con que el plan es mantenerlos separados, no?

Si Solae se enteraba de que asistía al Tri solo en plan de separarlos, seguramente se cabrearía más de lo que ya estaba. Quizás debía dejarle a Trinidad lo de mantener alejado a Anton, mientras yo solo me concentraba en hacerla recordar. Y para eso necesitaba alguna prueba contundente e irrefutable de que Anton era un fraude. Y de pronto tuve una idea.

—¿A quiénes más invitaste? —pregunté optimista. Quizás si alguno de los invitados que aún no conocían a Anton...

—Los mismos de siempre. —me dijo, pasando a enumerarme la lista de quienes asistirían del curso (entre los cuales no se encontraban ni José Tomás ni Amelia) y después pasar a mencionar gente externa que ni conocía.

—¿Y de casualidad no habrás invitado también a Natalia? —pregunté ilusionado.

—¿Natalia Cerett? Sí. Cierto que ella también viene. —me confirmó y sentí un gran alivio interior—. Pero que yo sepa, ustedes no eran amigos, ¿o sí?

Natalia había sido nuestra compañera de curso hasta el año anterior, cuando por culpa del trabajo de sus padres tuvo que mudarse al norte del país. Al ser ella, junto con Trinidad, otra gran amiga de Solae, por defecto también habíamos logrado tener bastante cercanía. Por Solae me había ido enterando de cómo se adaptaba a su nuevo colegio y de cómo vivía en su nueva ciudad; pero de a poco se fueron distanciando y dejé de escuchar sobre ella. Sí no me equivocaba, existían altas probabilidades de que Natalia aún no supiera sobre Anton y de que aún me recordara como amigo de Solae.

No me conoces, pero soy tu mejor amigo ¡En librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora