12. Derretidos

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Mya se encontraba sola en la gran habitación. Estaba bastante bien iluminada, parecía una cualquiera de una casa vieja. Tenía estanterías llenas de libros con bastante polvo y decorados con telarañas. Una gran alfombra con una mesa y algunas sillas de madera en ellas. Había bastante decoración rústica, pero eso no era todo. Había una habitación más.

El pasillo era minúsculo y solo llevaba a una habitación, con luces azules, o eso parecía desde allí. Pero antes de ir, quería revisar una estantería en concreto. Una que era bastante diferente a las demás: sus libros estaban limpios y parecían haber sido removidos muchas veces, no tenían casi polvo y estaban más cuidados aunque tenían, probablemente, los mismos años que los demás.

  — Vamos a ver qué es esto...— sacó uno que tenía cerca.

Su título no era legible. No era un idioma que ella conociera, pero la portada eran solo sus letras. Parecía escrito a mano. Cogió dos más y los puso todos sobre la mesa. Agachándose un poco, empezó a hojear el primero.

— ¿Qué se supone que es esto?— hablaba flojo y para ella misma.

Estaba viendo alguno de los dibujos de su interior.

Eran personas haciendo muchas tareas diferentes, algunas mundanas y otras muy macabras y satánicas. Pero siempre, esas personas, tenían una sombra que les triplicaba el tamaño detrás de ellos con la misma posición. Como si, hicieran lo que hicieran, tendrían esa cosa detrás.

Llegó a unas páginas muy especiales. Esas ya estaban traducidas. Hablaban sobre diferentes demonios, cada cuál de ellos muy diferentes y con nombres que solo pronunciándolos estabas condenado. Pero había uno sin nombre. Donde debería estar inscrito, había una raya roja. No tenía identificación de ningún tipo, pero sí una descripción horripilante.

La Bestia sin nombre busca almas jóvenes para seguir con vida. Todas las almas que reúne y colecciona son suyas, están atrapadas y a sus órdenes. Durante los primeros días después del ritual, el alma atrapada es la que posee al demonio, por lo cual, el demonio es controlado por el alma atrapada. Pero una vez la situación se invierte, el alma que ha osado controlar a La Bestia sin nombre estará atrapada entre el dolor y el sufrimiento durante la eternidad, mientras que La Bestia toma su lugar en el mundo físico mientras más almas atrapa; desde mover hojas de papel hasta destruir el edificio más alto jamás creado en el mundo físico.

  — Dios mío— lo pronunció de manera seca y asustada y comenzó a temblar.

Cerró completamente el libro y lo tiró al suelo, muy nerviosa e hiperventilando. Le estaba dando un ataque de pánico. Comenzó a caminar en círculos para tranquilizarse y mantener su respiración en un ritmo más normal. En una de las vueltas a la mesa, roja y agotada de tanta acción el mismo día, se acordó de la habitación a la que daba el minúsculo pasillo. Para perder los nervios, caminó hacía allí sin pensárselo demasiado.

Entró en la habitación. Era mucho más grande que la anterior, parecía todo un búnker, pero estaba dentro de una montaña. Lo primero que llamaba la atención eran un montón de camillas y en ellas, un cuerpo cubierto con una capa transparente y ensangrentada.

  — No me jodas— gritó desesperada.

Se puso las manos sobre la cara para tapar el olor y los ojos, pero separaba un poco los dedos para poder ver. Tenía curiosidad de qué era eso.

— Todos los cuerpos— se hablaba a si misma, paranoica— Todos los cuerpos, todos los cuerpos.

Pasaba al lado de cada uno de ellos, que estaban ordenados en columnas y con pequeños espacios entre ellos. Todos tenían la marca que tenía Isaac en la mano, pero ellos en el cuello o en la frente. Algunas eran caras un poco conocidas, otras desconocidas, pero sobre todo, eran muy jóvenes. Algunos se estaban deteriorando pero otros parecían que se iban a despertar de un sueño en nada de tiempo.

— Qué haces aquí— una voz distorsionada le llamó la atención desde la puerta de entrada.

Mya se giró y vio la silueta de antes con capa. Pero ahora, tenía cara. Algo así. Su cara parecía la de un muñeco de cera derritiéndose. La capa le cubría todo el cuerpo, estaba enrollada, pero al parecer le permitía correr perfectamente, como hizo al hacerles adentrarse dentro de la cueva.

— ¿Quién eres?— Mya le miró con cara de asco.

— No soy nadie. Ya no. Tú aún puedes serlo. Corre de aquí o los que ya no reconocen lo que es bueno y malo te atraparán— no se movía ni un centímetro al hablar, y no abría la boca, pero su voz era muy potente, ocupaba toda la sala, pero estaba distorsionada— Vete.

— No, pero yo no me quiero ir— señaló los cuerpos— ¿Estás aquí?

El ser no le respondió. Mya se dio la vuelta y estaba rodeada de muchos de ellos, con exactamente el mismo aspecto de derretidos como el que le había hablado segundos atrás.

— ¡No!— fue lo último que dijo antes de que todos se tiraran encima de ella haciéndola desaparecer con ellos.

Toda la sala quedó en silencio completo. 

Hi Friend 2: Las BestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora