Capítulo XXIII.

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   Los latidos de mi corazón se aceleraron al escuchar el nombre. Paul supo que había pasado algo, porque inmediatamente asomó su rostro hacia dónde estaba.

   —¿Qué le pasó?

   —Se cayó, y... ¡John, el doctor está llamándome! No puedo hablar, solo ven al hospital principal de Blackpool, por favor. —Colgó.

   Me levanté con rapidez, dejando el dispositivo en la mesa. Pasé la mano por mi cabello, estando tremendamente angustiado.

   —¿Qué pasó? ¿Es con Cynthia?

   —No..., no —negué con la cabeza, al tiempo que me dirigía a mi recámara—. Es Julian. Cynthia me llamó para decirme que se había caído, pero no me explicó nada más porque el doctor la llamó.

   —Mierda. ¿Y dónde está? Tenemos que ir rápido. Déjame guardar esto.

   —Agh, no —abrí la puerta del armario y comencé a sacar un par de prendas simples para poder vestirme con toda la rapidez del mundo—. ¿Y si le pasó algo? No, no puedo soportarlo. No debí dejar que se fuera para allá. Todo esto es mi culpa.

   —John, cálmate —Paul me abrazó por la espalda, haciéndome sentir seguro. De alguna manera logró calmarme; necesitaba sentir que alguien estaba a mí lado para ayudarme a enfrentar lo que fuera—. Todo estará bien. Si te estresas no vas a poder hacer nada, y todo va a ser un desastre.

   Llevé mi mano a mi estómago, justo donde estaba su mano. Acaricié sus dedos, y seguidamente sus brazos, mientras respiraba hondo y trataba de pensar que todo iba a estar bien. Agradecí el hecho de que Paul estuviera a mi lado, porque no ser lo contrario, no hubiese sabido qué hacer, ni por dónde empezar.

   —¿Te sientes mejor ahora? —deposito un beso en mi mejilla, y yo asentí—. Ahora vamos a alistarnos para ir, ¿sí? Con calma, Johnny. Todo estará bien, y de no ser así, yo voy a estar aquí para ti.

   —De acuerdo —un suspiro salió de mi boca—. Está bien, Paul. Gracias.

   —Te amo, Johnny.

   —También yo.

   Era una de las cosas que más me gustaba de él: su madurez en tiempos estratégicos. Frecuentemente podía parecer muy niño, tal vez grosero o irritante, pero siempre sacaba a relucir lo bueno donde más se requería.

***

   Apreté la bocina por tercera vez y solté un bufido. El clima estaba frío, así que abotoné mi chaqueta de mezclilla, aunque ella era de adorno porque casi no cubría.

   —John, cálmate. Apretar eso no va hacer que la fila desaparezca.

   Paul tenía un suéter de lana verde claro que era mío. Le quedaba ajustado y lo hacía lucir hermoso. Los rollitos de su abdomen —al sentarse— se tornaron más visibles.

   —Llevamos como media hora aquí —repliqué, deslizándome en el asiento—. Maldición, ¿por qué la hermana de Cynthia tiene que vivir en Blackpool? ¿¡Y por qué yo lo dejé ir!?

   —Relájate. Seguramente hay un choque o qué se yo.

   —¿Por qué la rubia teñida no me llama? Agh —saqué mi móvil del bolsillo, busqué su contacto y la llamé. Me angustié aún más cuando salía apagado—. Mierda, no puede ser. Sigue apagado.

   —Tal vez se descargó. Es lo más probable.

   —Ay, no —recargué mi cabeza en el volante y suspiré, al tiempo que miraba a través de la ventana—. Yo quiero que mi hijo esté bien. Yo nunca te pido nada, diosito, pero por favor que mi bebé esté bien. Mira, te prometo que voy a ser un mejor padre..., prometo que voy a dejar de comer carne, y también prometo rezar todas las noches antes de dormir.

Your Heart is all I have ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora