Capítulo 1. Encuentro casual

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Advertencia: Esta novela puede contener lenguaje inapropiado y una buena dosis de adolescencia.

Gracias de antemano, espero que disfrutes de UYM como yo disfruto escribiéndola.

Recuerda: Fumar y tomar bebidas alcohólicas (en exceso o no), es dañino.

1.

Acabo de llegar a la escuela.

Los incesantes chillidos, gritos y voces de todos hacen que quiera estrellar mi cabeza contra la pared. No los soporto, son tan irritantes como un grano en el trasero.

Llego a mi casillero y estrello mi mochila contra este, desquitándome. Obtengo un poco de silencio, y mi cerebro me lo agradece. Saco un cigarrillo de uno de los bolsillos de mi pantalón y busco el encendedor que tengo oculto en mi mochila, aunque lo que necesito en realidad es un café.

Los chicos que hacían alboroto me miran boquiabiertos y ruedo los ojos.

—Circulen —murmuro cansada. Ellos no se mueven y levanto una ceja—. Idiotas —gruño y por fin parecen entender, ya que se van con pasos rápidos.

Suspiro y me paso una mano por la cara antes de tomar la primera calada de mi cigarrillo. No puedo seguir así, dormir solo tres horas no es sano.

—¿Qué hay, rarita? —dice una voz conocida, justo cuando pensé que mi día no podía empeorar.

No es necesario voltear, pero lo hago. Ahí, apoyada en la pared y mirándome con sus ojos extremadamente celestes para ser verdad; tiene una sonrisa burlona y juega con su cabello:

Ginna Whitely, la chica perfecta para todos; una serpiente traicionera para mí.

—¿Qué hay, mujer pública? —replico, botando todo el humo que tengo retenido en su cara.

Ella se aparta y me sonríe, pero puedo ver el odio y el coraje en sus ojos. Me mira de arriba a abajo con un gesto despectivo, para luego pasar por mi lado, con su cabeza en alto y contoneándose de un lado a otro.

Bufo y tomo otra calada de mi cigarrillo; expulso el humo y miro mi reloj.

Faltan 5 minutos para entrar a clase. Y Leah aparece caminando despreocupadamente por el pasillo. Cuando llega a mi lado abre su casillero, mete su mochila y extiende su mano en mi dirección.

—¿Qué quieres? —cuestiono escueta, apretando la mandíbula para no bostezar en su cara.

—Préstame quince dólares, anda —pide haciendo un puchero y ruedo los ojos—. Por favor —presiona y tiro mi cigarrillo al suelo, lo piso y me dirijo a mi primera clase.

No pienso obtener una tardanza más por su culpa y pasar tiempo extra el viernes como castigo, teniendo en cuenta de que sería la quinta vez en los primeros tres días de clase.

Sí, recién está empezando el año y aun así ya quiero meter mi cabeza en la tierra y gritar.

Siento como Leah me detiene por el brazo y me giro bruscamente. —¡No te voy a dar dinero, maldita sea! —niego rotundamente y ella me mira con el ceño fruncido, indignada porque le acabo de gritar.

Es mi prima después de todo, es la única en la escuela que está acostumbrada a mis malos tratos.

—¡Oh Dios!, ¿siempre tienes que estar de mal humor? —Se queja y la miro mal—. Vale, me callo. —Se rinde, levantando sus manos inocentemente—. Hoy sí que estás intratable —refunfuña y me froto los ojos.

—Es solo que... no dormí bien. —Bostezo por fin y ella me mira con lástima.

—Por eso agradezco ser hija única, pero bueno. En serio necesito los quince dólares —insiste y giro sobre mis pies para seguir mi camino, enojada y no contando con alguien atravesándose en él.

—¡Pero qué demonios! —chillo y me levanto, dispuesta a golpear a quien sea que me hizo caer.

Solo encuentro unos ojos azules.

—Lo siento, no te vi. —Claro que no me viste, idiota—. ¿Estás bien?

El desconocido me escanea completamente y yo me contengo de estrellar mi mano en su bonita cara. Tiene una cara bonita, sin duda... Lo que faltaba. Me reprimo mentalmente por pensar idioteces.

—Fíjate por dónde caminas desde ahora, imbécil —siseo, fulminándolo con la mirada.

Él me reta, frunciendo el ceño.

—No deberías hablar así, eres una dama. —Levanta una ceja y escucho la risita de Leah, quien sigue detrás de mí.

¿Qué? Inspiro profundamente, trato de tranquilizarme y lo encaro. Quiere tomarme el pelo, quiere avergonzarme, pero no se lo permitiré.

—No me jodas, ¿en serio? —digo sarcástica, con una sonrisa salada en mis labios.

Usualmente, ya lo habría golpeado. Pero quiero escuchar que más ocurrencias suelta, para así poder darle su merecido con muchos fundamentos.

El nuevo me mira con un gesto desaprobatorio y abre la boca para responder, pero es interrumpido por el timbre que indica que las clases ya han iniciado.

Y ahí es cuando me doy cuenta de que el pasillo está vacío.

Otra tardanza y el viernes te quedaras horas extra, recuerdo la chillona voz de la secretaria y maldigo.

Cruel, la vida es cruel. Pero más cruel seré yo con el chico nuevo. Eso es seguro.

Until you're mine © |Logan LermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora