Capítulo 31. Maldito Sentimentalismo

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Logan


La observo a detalle. Está congelada mirando un punto fijo en las baldosas del suelo, el moretón en su frente es casi imperceptible, su cabello está hecho un desastre y sus labios apenas tienen color. Está completamente pálida. Y Sonrío, porque a pesar de lucir tan mal, sigue atrayéndome. Porque incluso después de tanto, sigue afectándome de formas inexplicables.

Pero, ¿por qué no responde? ¿Por qué no me mira y me manda a la mierda, como cuando nos conocimos?

"Mira por donde caminas, imbécil."

Fue en ese momento cuando todo comenzó. ¿Por qué me encapriché con ella? ¿Fue la forma en la que sus ojos miraron los míos?, ¿lo expresivos que eran...?

Quiero que me mire ahora, necesito que lo haga. Debo saber qué está pasando por su cabeza. No puedo dejarme llevar por el molesto deseo de abrazarla cuando después de todo, es verdad.

En el fondo esperaba que ella no supiera de qué estoy hablando, pero por su expresión, es obvio que lo sabe. E intento irme, pero mis pies se niegan a moverse.

Odio esto, odio el magnetismo que siempre me lleva a ella. Odio el control que me quita.

Ella, ella, ella.

Retrocede, chocando contra el lavamanos. Va a escapar y por alguna razón, repudio esa idea. No quiero que se aleje, no ahora.

—Nunca reclamaste el trofeo... —reprocho, vacilando al final. ¿Estoy quejándome porque no quiso algo conmigo?

Me mira directamente. Sus ojos, esos ojos capaces de sofocarme están llorosos. Y quiero golpearme por ser tan sensible a su dolor, por odiarme ahora mismo al ser el causante de sus lágrimas.

—Nunca fuiste solo un trofeo, Logan —responde sin titubear, haciendo que me arrepienta de haber abierto la boca.

Y aquí va de nuevo, como cada vez que intenté ser duro con ella. Logra desarmarme con una mirada, con unas cuantas palabras, con un irrelevante "solo". Ella me ha herido también, ella me ha rechazado innumerables veces, ella me siguió mintiendo aun cuando yo le conté todo sobre mí. ¡Y yo que me sentía tan mal por ocultarle mi pasado, maldita sea!

—Claro, también fui tu venganza contra Ginna —escupo y la paso de largo, directo a la puerta.

No soporto más el estúpido revoltijo de contradicciones en mi cabeza. El enojo se expande. La detesto, la aborrezco. ¿Cómo es capaz de hacerme así? Tenía el control, por Dios, ¡¿en qué momento lo perdí?!

Cuando la viste en el pasillo y tuviste que jalar a una de las que te persiguen al baño, para olvidarte de la terrible sensación en tu pecho.

Aprieto la mandíbula, reconociendo que ha sido mi culpa. No debí besuquearme con Alicia y no debí atosigar a Gia con preguntas, no debí decirle que sé la verdad. Eché a perder mi propia venganza, joder.

Azoto la puerta y por alguna extraña razón, me detengo.

¿Acaso espero a que corra detrás de mí?

—Señor Lerman, ¿no debería estar en clases? —La voz de la auxiliar me exalta, regresándome a la realidad.

—Tengo reunión con el equipo —me limito a decir y me voy, sin darle oportunidad a replicar.

Esta es una de las ventajas de ser el hijo de puta de la escuela. Soy intocable, aunque se trate de la auxiliar y de profesores, sobre todo de profesores, ¿cómo iba a imaginar cuan poco les importa lo que ocurre con los estudiantes?

Until you're mine © |Logan LermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora