No me había sentido muy bien los últimos días, por lo que decidí no tomar en cuenta el verdadero sentido en el que la rubia había dicho aquello y contestarle de manera literal.

-Bien gracias, ¿y tú? Sí, han pasado algunos días sin hablar. Bueno, ya tengo que irme. Nos vemos más tarde. Igual para ti, Stefan. Espero que mejores.- Viendo que no podía ser más agresiva que ese lamentable intento, decidí salir de la casa con destino al taller mecánico donde me habían informado que ya mi deportivo estaba listo para la acción. 

El único inconveniente era que, ahora con la camioneta de Cristóbal, ir a buscar mi deportivo iba a ser algo complicado, por lo que caminé cuesta abajo el sendero que separaba la villa blanca del resto del pueblo en busca de un taxi. Pero justo antes de salir a la avenida que transcurría paralela al sendero, escuché un grito que provenía a mis espaldas.

Era Stefan, quien había salido detrás de mi. Le costó llegar hacia donde estaba por las magulladuras provocadas por el accidente, pero al llegar fue como si nada le hubiese pasado. Allí estaba, alto y galante a pesar de las puntadas en la ceja.

-Ehm, ¿a dónde vas?- dijo él, con cierta curiosidad en su voz- Por si no lo habías notado, vas caminando al centro. Sin la camioneta. Sólo tú.-

-Sí, es que voy a buscar mi deportivo al taller mecánico. Yo también tuve un accidente de auto un poco antes que tú, y mi auto necesitaba reparaciones.- le expliqué, pasando por alto el hecho de que mi accidente había sido algo diferente. Los trozos de vidrio de la ventanilla del auto estallando en mi cara volvieron a mi memoria, haciéndome estremecer.

-¿En serio? Y, ¿puedo ir contigo? No puedo estar hoy en la casa. Tengo siete días sin salir de allá, y últimamente Sonia ha estado algo irritable.- explicó, casi suplicando. Fingir demencia me pareció lo más apropiado.

-¿Ah, sí? ¿Te ha dicho algo del por qué de su actitud?- inquirí, como quien no quiere la cosa.

-Sí, quiere encontrar al causante de mi accidente. Le he dicho mil veces que deje este asunto en el pasado, pero no le parece correcto.  Pero lo peor es que...- se detuvo, y esa pausa me llamó la atención. No quise apresurar las cosas, por lo que accedí a que me acompañara.

El centro de San Antonio un viernes en la mañana es una bulliciosa multitud exclamando que venden cualquier cantidad de productos, hay veces que los vendedores en su afán de que les compren algo, obstruyen el tráfico con unas carretas de metal repletas de frutas, verduras y otras cosas. Para el que va conduciendo, resulta agobiante esperar que los vendedores se den cuenta de su error y se aparten del camino, pero si se va en un auto conducido por otra persona, como en el caso de ese día, se convierte en una experiencia diferente.

Ese día, le tocó el turno a un vendedor de varas de incienso. Por accidente, una de las ruedas de su carreta se había roto en medio de la calle y no podía moverla sin arruinar su trabajo, por lo que causó que el taxi en el que íbamos Stefan y yo se quedara atorado en el tráfico. Allí, en ese momento, decidí sacarle lo que había querido decirme un momento antes.

-Stefan, hace rato me estabas contando lo que Sonia te decía respecto a su actitud, pero no terminaste.- dije, mirando al enorme hombre a mi lado.

Stefan tosió un poco, tal vez debido al intenso olor de las esencias de las varas, pues la carreta estaba muy cerca de nosotros y el olor se filtraba por dentro del auto. Hizo una ligera mueca de dolor, y asintió.

-Sí, bueno. Desde el accidente, ella ha estado determinada en saber quién golpeó mi auto. Ella cree que fue...- se detuvo de nuevo, y la impaciencia se apoderó de mi.

-Que fue ¿qué?- dije, y por lo visto, en mi cara había algo que hizo a Stefan bajar la voz para que el conductor no escuchara nada.

-Vampiro.- esa sola frase me hizo volver a una noche, tiempo atrás, cuando un vampiro se apareció en un estacionamiento de un salón de fiestas.

Estrella Fugaz (Sol Durmiente Vol. 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora