Sus pasos me alertan y limpio algunas lágrimas.

- Te traje un poco de té – fija sus manos en mis hombros pero no volteo a verlo-. ¿Deseas estar sola? ¿Prefieres mejor que me vaya?

Niego con la cabeza y me volteo hasta él, lo abrazo y hundo mi cara en su pecho.

- Lo que menos quiero es que te vayas – musito y el me devuelve el abrazo con más fervor.

- Aless lo de hoy jamás volverá a suceder, te lo prometo.

- Sigo sin creer que mi padre...– mi respuestas lo enoja lo hace explotar, se retira y pasa sus manos exasperado por tu sus cabellos.

- Tu padre es un maldito, es increíble que por sus estupideces te pasen estas cosas, Lorenzo es un..

- ¿Qué sabes de él?

- Nada- dice de manera tajante.

- ¿Nada? Parece que lo conocieras muy bien.

- Lorenzo ha hecho cosas por las cuales lamentarse.

- Entonces sabes algo.

- Debes saber que tu padre no siempre ha sido el hombre y la imagen que le vende a los ciudadanos de Venecia, esta lejos de ser eso.

- Si sabes algo dímelo, hablas de ser honesto y no lo etas siendo ahora ¿qué más debería saber? – levanto una ceja y el solo fija su vista en otro punto.

- Esto no se trata de lo que sea tu padre, se trata de que él es el maldito problema que se interpone entre los dos.

- ¿Qué más debería saber Giorgio? - Vuelvo a preguntarle, agacha su mirada y vuelve a fijar su vista en mí.

- Debes saber que estoy siendo lo más abierto contigo posible, y que lo seguiré siendo si con ello te mantengo a mi lado. ¿Porque no aceptas quedarte conmigo?

Su pregunta me detiene una vez más, no puedo decirle que sí, no estoy aun preparada para lo que se venga, no estoy preparada para seguir aferrándome a algo a lo cual aún no le encuentro futuro. Menos cuando he descubierto que me he enamorado de él, si una de las reglas que me ha impuesto es no enamorarme ¿qué gracia tendría el seguir si ya lo estoy? Las cosas terminarían con un solo corazón roto, el mío.

- Sabes la respuesta – paso mis manos por su brazo y le doy una sonrisa-. Estaba realmente asustada en ese lugar, cuando ese hombre dijo que ese tipo estaba allí, pensé que las cosas empeorarían.

- Claro, es una suerte que no hubiera estado allí, ¿le tienes miedo a ese hombre?

- Atemoriza a las personas, no se de lo que sea capaz, era obvio que estuviera asustada.

- Te diré algo, la gente cree lo que quiere creer – de pronto suena molesto, como si le afectara el comentario.

Fija nuevamente su vista en mí y pasa sus manos por mi cabello.

- Te lo has cortado – una leve sonrisa se dibuja en sus labios.

- Si, quería una especie de cambio.

- Me gusta – musita-.

- Creí que no querías que lo cortara.

- No, pero todo en ti luce maravilloso principessa.

Le sonrió y le doy un abrazo. – Gracias por venir por mí.

- Siempre lo haré.

Me he quedado a dormir en su enorme mansión, justo ahora me encuentro en esta esquina de la cama, acurrucada como si fuera un armadillo, puedo escuchar el sonido de la regadera se ha metido hace cerca de cinco minutos en el baño a darse una ducha. Cuando sale lo veo de reojo, una toalla entre sus muslos y dejando al descubierto su perfecto torso, su cabello castaño luce desordenado y mojado, me siento tímida, me siento pequeña en esa enorme cama de edredón color crema, tengo puesta solo una camiseta holgada y me siento la persona menos presentable de este mundo.

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