Capítulo 5

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Jade volvió a su pueblo cuando apenas los últimos rayos del sol acariciaban por última vez las casas. Su mente estaba tan llena de dudas y confusión, que necesitó unos minutos sola ni bien perdió de vista al Maharamia para enfrentar a su gente de nuevo.

Desde su lugar, pudo vislumbrar a lo lejos a su amiga Isis, quien la miraba con preocupación en los ojos. Incluso ella había sido consciente de que la manera en la que huyó no había estado bien. Seguramente Isis se sentía culpable de haber dicho algo que le hiciera sentir mal a ella o a su Mlezi.

El susodicho se lamentó con la idea que pasó por la mente de la peliblanca y esta lo arrulló en su mente, acariciando su alma de forma que pudiera tranquilizarle.

Ambos nos equivocamos Mlezi, pero estoy segura de que si hablamos con ella lo entenderá.

Mientras Mlezi dudaba de sus palabras, se permitió avanzar hacia ella. O al menos lo intentó, pues Siku se interpuso en su camino una vez más. Fue consciente de que no podía huir otra vez de su realidad, de que iba a casarse con este hombre y debía aceptarlo, de la misma forma que Isis aceptaba a su prometido. Entonces, ¿por qué su corazón no dejaba de echarla hacia atrás? ¿Por qué cuando se preparaba para abrazar su destino, su alma la incitaba a correr lejos muy lejos de él?

—Jade... Por favor, ¿podríamos hablar ahora?

Jade le miró y encontró en él un hombre amable, estaba segura de que la querría y la cuidaría como un buen guerrero. Pero ella no buscaba eso, no buscaba protección..., sino algo más. Quería encontrar a una persona que fuera capaz de moverle el mundo como Baba hizo a su madre.

Quería ver las estrellas con ese sentimiento, no una estabilidad y una seguridad que se le antojaban agobiantes. Como si fuera una muñeca que pudiera romperse en cualquier momento. Y cuando miraba a Siku veía esa clase de futuro, una en la que vivir protegida de todo el mundo mientras esperaba su regreso sano y salvo.

¿Esa era la vida que esperaba conseguir?

El rugido de Mlezi la devolvió a la realidad, Siku seguía delante de ella esperando su respuesta. Con una postura firme, respondió un silencioso asentimiento. Era mejor afrontar la situación lo antes posible, no quería seguir huyendo de él sin darle una respuesta, un por qué.

—Jade, yo sé que no soy el hombre que estás buscando, lo veo en tu mirada cada vez que me ves aparecer, pero lo mejor que podemos hacer es intentar que esto sea lo más fácil posible. Por nosotros.

Jade miró al pelinegro con tristeza, preguntándose si teniendo otra alma habría logrado amarle. No era un mal hombre, al contrario, incluso consideraba que era mejor de lo que ella misma se esperaría para ella, pero no era lo que necesitaba. Esa era la única realidad que aplastaba su alma y abría sus ojos. 

—No podemos, Siku.

—¿Cómo...?

—No podemos hacer esto —Los ojos de Jade se desviaron hacia algún punto concreto, ahí donde sabía que Baba se encontraría observándoles. Él sabía los sentimientos que dominaban primordialmente a la joven, unos que su propia madre había tenido. Ella nunca podría darle a Baba lo que esperaba de ella. Una mujer que se dejara proteger del peligro, que no luchase con sus propias manos y dejase a otros ensuciar las suyas por su bienestar. Arriesgando vidas tan solo para mantenerla con vida, ¿qué clase de vida era esa?— O al menos yo no puedo hacerlo. Lo siento, Siku..., pero no puedo ser la mujer que Baba y tú esperáis que sea.

Esperó en el mismo lugar, con sus ojos clavados en Siku, pero este no parecía ser capaz de decir nada más. Su mirada parecía haberse perdido entre la espesura del bosque, lo que terminó de romperla. Miró a su padre y solo encontró una expresión de decepción, quizá esperaba que algún día yo aceptaría dar la mano al joven, aunque realmente supiera que jamás ocurriría.

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⏰ Last updated: Aug 10, 2018 ⏰

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La leyenda del tigre blancoWhere stories live. Discover now