Capítulo 38 Azul Profundo

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John colgó el móvil, rápido se alzó de la cama y mientras marcó el número de Lestrade, buscó su pantalón en el armario.

—¿Qué pasa? —preguntó Mary casi aterrada.

—Es Sherlock —respondió John mientras ponía el celular entre su hombro y oreja.

—¿Qué pasa con él?

—Atacaron la casa de Bell.

—¡¿El ladrón de los bustos de Thatcher?!

—Sí, y Sherlock está peleándose con él.

—¡¿Qué?!

John alzó su dedo índice, su celular comenzó a sonar y esperó a que Lestrade atendiera. El adormitado inspector contestó el desesperado llamado y John le informó del asunto. Ni corto ni perezoso, el inspector reunió un grupo de policías para ir rumbo a Belgravia.

Sherlock logró esquivar tres jarrones, dos medianas esculturas y una extraña figura de porcelana. Lo sentía mucho por Sarah pero su vida, y la de la pequeña, era más primordial que unos estrafalarios objetos. Ambos llegaron a la cocina y Sherlock reclamó un alivio pero Ajay no se detenía, quería pulverizar al detective. Este logró recuperar un poco de aire, alzó sus brazos e intentó colocarse a la par de este ladronzuelo en el combate a puño limpio. Arriba, abajo, de izquierda a derecha, movimientos inversos pero fáciles de calcular y con ello Sherlock le demostraba a Ajay que se había metido con la persona equivocada.

 Arriba, abajo, de izquierda a derecha, movimientos inversos pero fáciles de calcular y con ello Sherlock le demostraba a Ajay que se había metido con la persona equivocada

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Ajay bajó la guardia unos segundos logrando que Sherlock aprovechara para darle un buen golpe en la cara y noquearlo. El detective observó cómo Ajay cayó al suelo, cubriendo su rostro con ambas manos y quejándose por el dolor. Al fin Sherlock podía darse aquel buen respiro que necesitaba; se recargó en la barra desayunadora e inhaló profundo, y, al exhalar, miró por encima de su hombro para asegurarse que el tipo no llegara de sorpresa. Ajay seguía en el suelo lamentándose. Sherlock extendió sus brazos y agachó el rostro para recuperar esas fuerzas. Debido a ello el detective no percibió que el tipo se había levantado con cautela e iba hacía él. Sherlock sintió una mano sobre su cabeza y a la vez como esta iba hacía la piedra. Gracias a sus veloces instintos logró detener un fuerte impacto, aun así, su frente recibió un leve golpe. Sherlock alcanzó a sostener el brazo derecho de Ajay para evitar que este siguiera golpeándolo, pero su energía era imparable. Desesperado el detective buscó una manera de apaciguar esa bestia, hasta que, al fondo de la cocina, Sherlock entrevió la piscina. Sin más en que pensar Sherlock sostuvo con gran fuerza a Ajay y se dirigió hacia el lugar. Para su suerte la puerta estaba abierta, y con el impulso que había creado, se lanzó junto con Ajay a la piscina.

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La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Where stories live. Discover now