Capítulo 44 Salmos de Amor y Obsesión

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Una vez que la puerta del camarote cerró, Tommy saltó del catre y miró impactado a su amiga.

— ¡¡¿Papá?!! —exclamó alterado. Ella le miró severamente.

— ¡No lo sé! —respondió.

— ¡¿James Moriarty es tu papá?!

— ¿A sí se llama?

— Bell —habló con increíble seriedad, para ser un niño—. Has estado viviendo con Sherlock Holmes, ¿y no conoces a su mayor rival?

La niña frunció su ceño mientras se acercaba a verificar si Rosie se encontraba bien.

— ¿Mayor rival?

— ¡Bell!

— No sé quién es Moriarty —confesó, con gran calma. Tommy abrió su boca hasta formar una gran "O." La niña se sintió tranquila al ver que Rosie dormía plácidamente, giró su cabeza y distinguió la sorpresa de su amigo—. ¿Qué? —preguntó hartada.

— ¿Te haces llamar fan de Sherlock, y no sabes quién es James Moriarty?

— Tommy, ya te dije que no. Nunca oí hablar de un Moriarty, mi mamá jamás me contó de él.

— ¡¿Cómo es posible?!

— ¡¿Y tú sabías que era Moriarty?! —contraatacó.

Thomas quedó helado.

— Lo sospeché —confesó con cierta arrogancia.

— ¿Lo sospechaste? —cuestionó Bell. Él cabeceó ligeramente—. ¡¿Si lo sospechaste por qué no me dijiste que era el enemigo de Sherlock?!

— Porque solo lo sospeché. Además, te dije miles de veces que esto no era buena idea. Pero querías ser detective.

La niña no tolero más y le lanzó varios manotazos al pecho. Tommy buscó protegerse hasta caer al suelo; ambos quedaron en el suelo y Bell, exasperada, comenzó a llorar. Paró de golpetear a su amigo y recargó su cabeza en su pecho; Tommy quedó impresionado ante la reacción de su amiga, trató de alzarse y abrazó a Bell.

— Perdón Bell... —confesó con un nudo en su garganta.

La niña no pudo hablar, las lágrimas recorrieron sus mejillas y buscó el apoyo en los brazos de su amigo.

Sherlock aún tenía en brazos al señor conejo, no lo había soltado desde que lo encontró; mantuvo su nariz sobre la cabeza del peluche y distinguió los aromas de su niña y la bebé.

— ¡¿Qué carajos seguimos haciendo aquí?! —clamó John. Mycroft alzó sus ojos con el Doctor—. ¡Vayamos a ese tal Sherrinford!

— No están fácil como cree, Doctor.

Ante las palabras del mayor de los Holmes, John volteó a verlo admirado.

— ¿No están fácil? —cuestionó, sin creerlo—. ¿Tú, el gran Mycroft Holmes, me estás diciendo que eso para ti no es fácil?

— No.

John sintió el impulso de lanzarse y ahorcar a Mycroft, pero se admiró por no hacerlo en el momento. Sherlock alzó su llorosa mirada y observó ambos hombres, lucía analítico.

— ¿Por qué se te dificulta Sherrinford? —preguntó.

— ¿Por qué se te dificulta Sherrinford? —preguntó

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La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt